Mar turquesa, calmo y cálido; playas de arena blanca, elegantes, solitarias, románticas; pueblos pintorescos, ricos en esa cultura criolla que surgió de la mixtura racial; hoteles de gran nivel donde todo está resuelto. Hasta aquí cualquier destino del Caribe podría reclamar para sí la enumeración de cualidades. Pero solo la isla de Roatán, en la costa norte de Honduras, puede jactarse de ser la dueña de la segunda barrera de arrecifes de coral más grande del mundo (detrás de la Gran Barrera Australiana).
Ese tesoro submarino es un imán para viajeros de todo el mundo. No sólo para buzos certificados, sino también para quienes quieren iniciarse en esas lides, o incluso para quienes sólo echarán una mirada con su esnorquel o desde una embarcación con piso de acrílico. En cualquier caso, la visión de la vida marina que ofrece Roatán no se olvidará fácilmente.
Ese tesoro submarino es un imán para viajeros de todo el mundo. No sólo para buzos certificados, sino también para quienes quieren iniciarse en esas lides, o incluso para quienes sólo echarán una mirada con su esnorquel o desde una embarcación con piso de acrílico. En cualquier caso, la visión de la vida marina que ofrece Roatán no se olvidará fácilmente.
De británicos y garifunas
Roatán exhibe la clásica historia caribeña de españoles, ingleses, piratas, esclavos africanos y poblaciones aborígenes, que en un ida y vuelta de guerras, abandonos, dominaciones y mestizaje fueron conformando un geografía en la que conviven toponímicos de diversos orígenes, como Coxen Hole, Puerto Francés, West Bay, West End, Puerto Real, Punta Gorda, Oak Ridge, Barbareta. Cada uno de estos pequeños pueblos tiene su encanto, y aunque todos merecen una visita, algunos se destacan por sus propuestas.
En el caso de Punta Gorda, en el extremo norte de la isla, lo que convoca es la importancia histórica de este asentamiento para Honduras. Aquí llegaron a fines del siglo XVIII los garifunas, un pueblo descendiente de africanos y caribeños que los británicos expulsaron de la isla de San Vicente. Aún hoy mantienen su identidad cultural y se revelan como un pueblo amable, muy abierto con el visitante y, además, son los mejores guías para recorrer los túneles de manglar que están poblados de vida salvaje. También hay una importante presencia garífuna en Coxen Hole, centro administrativo de la isla que recibe su nombre del pirata John Coxen, que vivió allí en el siglo XVII.
Pero en Roatán hay que ir en busca de las playas y del buceo, que son la razón principal de la visita. Y para ello, nada mejor que West Bay, Sandy Bay y French Harbour. La primera es la clásica playa de arenas blancas y aguas transparentes, custodiada por hoteles del tipo all inclusive, con precios que arrancan en los u$s 90 por noche. French Harbour, como su nombre lo indica, remite a un francés que se afincó en esta pequeña bahía en el corazón de la isla. Justo frente al poblado se ubica el resort Fantasy Island, enorme, prolijo, lleno de alternativas para parejas, familias, grupos de amigos y, sobre todo, reconocido como un resort cinco estrellas para buceadores por la organización PADI. En French Harbour también se destaca el Barefoot Cay Resort, la playa privada de Parrot Tree Plantation y el Jungle Canopy Tours. Por su característica de puerto natural, aquí es donde Carnival Cruises hace una escala, específicamente en el Mahogany Bay, un mega complejo turístico.
Pero como se dijo, la zona es ideal para la exploración submarina. No es necesario ser brevetado ni un experto para disfrutar de la belleza que explota bajo las aguas. Nadar con delfines, navegar en embarcaciones con el piso transparente que permiten espiar la barrera coralina, o visitar el Instituto Roatán de Ciencias Marinas, dedicado a la preservación de los recursos naturales de la isla a través de la investigación y la educación; todo remite a la riqueza natural, que como en todo el mundo se mantiene en un delicado equilibrio muchas veces alterado por las actividades humanas. Incluso, allí mismo en el instituto se encuentra el Museo de Roatán, una colección de artefactos, mapas y documentos que dan cuenta de lo que ha hecho el hombre en los últimos cinco siglos en las Islas de la Bahía.
En el caso de Punta Gorda, en el extremo norte de la isla, lo que convoca es la importancia histórica de este asentamiento para Honduras. Aquí llegaron a fines del siglo XVIII los garifunas, un pueblo descendiente de africanos y caribeños que los británicos expulsaron de la isla de San Vicente. Aún hoy mantienen su identidad cultural y se revelan como un pueblo amable, muy abierto con el visitante y, además, son los mejores guías para recorrer los túneles de manglar que están poblados de vida salvaje. También hay una importante presencia garífuna en Coxen Hole, centro administrativo de la isla que recibe su nombre del pirata John Coxen, que vivió allí en el siglo XVII.
Pero en Roatán hay que ir en busca de las playas y del buceo, que son la razón principal de la visita. Y para ello, nada mejor que West Bay, Sandy Bay y French Harbour. La primera es la clásica playa de arenas blancas y aguas transparentes, custodiada por hoteles del tipo all inclusive, con precios que arrancan en los u$s 90 por noche. French Harbour, como su nombre lo indica, remite a un francés que se afincó en esta pequeña bahía en el corazón de la isla. Justo frente al poblado se ubica el resort Fantasy Island, enorme, prolijo, lleno de alternativas para parejas, familias, grupos de amigos y, sobre todo, reconocido como un resort cinco estrellas para buceadores por la organización PADI. En French Harbour también se destaca el Barefoot Cay Resort, la playa privada de Parrot Tree Plantation y el Jungle Canopy Tours. Por su característica de puerto natural, aquí es donde Carnival Cruises hace una escala, específicamente en el Mahogany Bay, un mega complejo turístico.
Pero como se dijo, la zona es ideal para la exploración submarina. No es necesario ser brevetado ni un experto para disfrutar de la belleza que explota bajo las aguas. Nadar con delfines, navegar en embarcaciones con el piso transparente que permiten espiar la barrera coralina, o visitar el Instituto Roatán de Ciencias Marinas, dedicado a la preservación de los recursos naturales de la isla a través de la investigación y la educación; todo remite a la riqueza natural, que como en todo el mundo se mantiene en un delicado equilibrio muchas veces alterado por las actividades humanas. Incluso, allí mismo en el instituto se encuentra el Museo de Roatán, una colección de artefactos, mapas y documentos que dan cuenta de lo que ha hecho el hombre en los últimos cinco siglos en las Islas de la Bahía.
Agencias/SimaCaribe 12 dic 2011