Los leones marinos son formidables socorristas. Su ayuda en el mar puede resultar tan prodigiosa que la Armada española estudia incorporarlos a sus filas. En el Oceanográfico de Valencia conocen bien sus virtudes.
Pueden arrastrar embarcaciones, olisquear a un náufrago a profundidades increíbles, detectar minas y nadar en las condiciones más adversas durante horas. La biología ha regalado a los leones marinos unas capacidades sensoriales y físicas extraordinarias para salvar vidas, y la Armada española parece decidida a aprovechar las virtudes de estos gigantes. Estamos a un paso de contar con un equipo de rescate formado por escuadrones de mamíferos prodigiosos, único en el mundo. La Marina de Estados Unidos adiestra también a leones, pero comparten filas con delfines y sus ‘misiones’ son exclusivamente militares. La idea de nuestras fuerzas navales es que, además, salven vidas. Y eso marca la diferencia con los americanos.
El proyecto surgió hace tiempo en el Oceanográfico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y en el Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. Y lo han defendido con tanto entusiasmo que ha terminado por seducir al Ministerio de Defensa. Cartagena (Murcia) tiene todos los boletos para ser la base de esta singular unidad al contar con buzos especializados y el apoyo de los técnicos del complejo valenciano, el mayor acuario de Europa.
«Todo el mundo conoce la capacidad de los perros entrenados para las patrullas que ayudan a las Fuerzas de Seguridad del Estado y los equipos de salvamento, incluso el rescate acuático que realizan los Terranova. Pero pocos saben, fuera del ámbito científico, de lo que es capaz un león marino», ilustra Daniel García Párraga, responsable del servicio veterinario del Oceanográfico valenciano.
La bombilla se le encendió en San Diego (California), donde conoció las posibilidades de los animales que forman parte de la Fuerza de Protección de Mamíferos Marinos de la US-Navy. Allí entrenan a leones y delfines, les suministran cuidados veterinarios y estudian la evolución de cada ejemplar y sus posibilidades biológicas. «Fui a conocer el proyecto, el único existente hasta ahora pero con fines de seguridad militar. Y pensé: ¿por qué no utilizar las enormes capacidades de estos animales para labores de salvamento y rescate acuático? Y así empezamos en el Oceanográfico a buscar la manera de poner en marcha el proyecto, que será pionero a nivel internacional».
Informes de la OTAN
Los técnicos, veterinarios y directivos del centro valenciano escribieron el guión de un proyecto sin contar con financiación, instalaciones específicas, ni patrocinadores, pero convencidos de que los leones marinos pueden ser unos formidables socorristas. Trabajan a diario con ellos, y saben que su voluminosa apariencia engaña: son tiernos, muy juguetones y sociables cuando se acostumbran al contacto humano.
A través de los informes periódicos que la OTAN envía a los mandos militares, la información sobre las virtudes de los mamíferos de la Armada norteamericana llegó a manos de Luis Enrique Martín Otero. Es coronel veterinario en la reserva y coordina la red de laboratorios de alerta biológica dependientes del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria de la Complutense. Otero y García Párraga, que colaboran en diferentes proyectos de investigación, se aliaron y dibujaron las bases de esta unidad a la que se está dando cuerpo y que España podría exportar a otros países.
Los cuidadores del servicio valenciano ya han presentado a miembros del Estado Mayor del Almirantazgo, con base en Cartagena, a ‘Janise’, ‘Patrick’, ‘Ámbar’ y ‘Greta’, los cuatro leones que se ganan los peces de cada día en el Oceanográfico (de 5 a 7 kilos diarios las hembras adultas, y de 10 a 12, los machos). Allí los entrenan para ser los mejores socorristas. Incluso ‘Greta’, un cachorro de apenas seis meses más listo que el hambre, podría ingresar en el equipo de sabuesos de mar que operarían, de la mano de la Fuerza de Acción Marítima de la Armada española, desde algunas instalaciones militares.
La última palabra la tiene ahora el jefe del Estado Mayor de la Armada, que aún no ha firmado el sí definitivo. Faltan algunos flecos importantes como dotar al proyecto de una partida económica, un plan de ejecución y unas instalaciones adecuadas, que bien pudieran ser las de Cartagena.
En cualquier caso, los impulsores militares y civiles del plan están convencidos de que veremos nadar a los leones tirando de cabos y salvavidas dentro de poco.
Los rescatadores serán cachorros parecidos a ‘Janis’ y ‘Patrick’, pero no ellos. Los genuinos ‘Janis’ y ‘Patrick’ «no se van a mover de aquí», reclama como un padre protector Víctor Sánchez, responsable del Área de Leones Marinos y Focas del Oceanográfico. «Les hemos criado. ¡Y les echaríamos tanto de menos! Estos dos son capaces de abrir los pestillos de las compuertas de su recinto. Les gusta tanto jugar que hasta han intentado escaparse, pero solo para que les persigamos. Son como niños...».
El primer mamífero marino entrenado para ayudar al hombre se llamó ‘Tuffy’. En 1965 se convirtió en todo un mito de la US-Navy. No era un león, sino un delfín mular que participó por vez primera en la construcción de una casa sumergida a las afueras de La Jolla, California. Se trataba de montar un hábitat en el fondo marino para estudiar cómo sobrevive ahí abajo el ser humano. El animal intervino en el transporte de herramientas para la ejecución del proyecto militar y en la transmisión de mensajes con la superficie, a una profundidad de 60 metros. ‘Tuffy’, que cuidó de los buzos garantizando su seguridad, convenció a la Armada estadounidense, y luego al mundo científico, de sus virtudes innatas para operar en misiones militares. Quince años después, los soldados americanos incorporaron al equipo a los leones marinos y empezaron a entrenarlos con excelentes resultados.
Las hembras, mejores
Los mandos de la Armada de EE UU presumen ante los expertos en vida animal, que con frecuencia les visitan, de que a la hora de buscar objetos en lo más profundo del mar, un león marino, dos controladores y un bote de goma pueden sustituir de manera eficaz a un buque completo y su tripulación, a un grupo de buzos humanos, a los médicos y a los mecanismos necesarios para apoyar a los buzos que operan a bordo del buque.
Con solo un año y medio de edad, las criaturitas de león marino suramericano (‘Otaria flavescens’) que cuidan y miman Víctor Sánchez, Jerónimo Coello, Ana Isabel Coba, Luciana Suárez, Sandra Salido y Teresa Álvaro ya pesan de 80 a 100 kilos. Las hembras no superarán los 150 kilos de adultas y medirán entre 1,5 y 2 metros. Pero los machos, como el padre que reina en la piscina valenciana, alcanzan hasta los 450 kilos y 2,5 metros de longitud. Es el caso de ‘Albin’, un impresionante ejemplar que abruma al ver su descomunal cabeza. Por eso, por una cuestión de peso, las chicas son mejores sabuesos que ellos. «En el caso de los machos su tremendo tamaño hace difícil trasladarles en avión o helicóptero hasta la zona de rescate. Tampoco garantizan la seguridad del equipo y de la propia víctima cuando suben y bajan de una zódiac», detalla Daniel García, el responsable del servicio veterinario del Oceanográfico.
El transporte de ‘líneas de vida’ para embarcaciones o personas en situaciones de rescate de extremo peligro es una de las múltiples posibilidades que puede ofrecer la futura unidad de salvamento gracias a las condiciones de estas encantadoras ‘bestias’. Pero concretemos qué es una línea de vida. En el caso de que un barco con tripulación no pueda volver a puerto por problemas técnicos o una persona en el agua esté en peligro y el oleaje impida a otra embarcación de rescate auxiliarle sin riesgos, un león adiestrado puede conectar a ambos con el equipo de socorro por medio de cabos, nadando con soltura en alta mar en las condiciones más adversas. Incluso el animal podría sacar un bote varado de la arena sin necesidad de vehículos de apoyo.
Grandes nadadores
Los leones marinos son capaces de bajar su ritmo cardíaco de 95 a 20 latidos por minuto para aguantar más tiempo buceando sin necesidad de salir a la superficie. Su fuerza es tal que pueden arrastrar embarcaciones y, solo con observar sus ojos, se entiende por qué son capaces de distinguir colores y objetos a niveles de profundidad subacuática inaccesibles para el hombre. Sus ‘vibrisas’ o bigotes son extremadamente sensibles rastreando el fondo del mar.
Como grandes nadadores, no importa si se enfrentan a un oleaje en la mar embravecida o a un río con turbulencias. ‘Greta’, ‘Patrick’ o ‘Janis’ se manejan por igual en agua salada y dulce. El equipo de mamíferos sería entrenado para realizar labores tan diversas como rescatar náufragos, localizar cadáveres, revisar daños en cascos de embarcaciones claves para el Ejército o buscar objetos incorporándoles una cámara subacuática insertada en un arnés para que el personal de la unidad visualice el lugar sin sufrir ni un rasguño. Otra ventaja es que se sumergen repetidas veces sin sufrir los efectos de la descompresión que pueden padecer los buzos profesionales.
Buscadores de tesoros
En la gestión medioambiental también ocuparán un papel destacado. Pueden aportar mucho en la lucha contra la contaminación detectando fugas de gas en conductos subacuáticos o basura en el fondo del mar.
Y, si cabe, tendrán una ocupación más: la Armada española desarrolla una actividad intensa en la protección y localización del patrimonio arqueológico subacuático: desde pecios hundidos a tesoros del pasado. Precisamente es en Cartagena donde se sitúa el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua), que dirige las misiones de búsqueda y vigilancia del patrimonio que oculta el mar. Las cualidades biológicas de los leones marinos para ver lo que ni los buzos más avezados ni las máquinas son capaces de detectar les convierten en aliados de primera del patrimonio subacuático. En Cádiz saben mucho de eso. Se estima que las aguas gaditanas concentran entre el 17% y el 27% de los 3.000 barcos hundidos del litoral español, algunos de ellos galeones de la época colonial cargados con toneladas de oro y plata.
¿Y cómo logran adiestrar a un animal salvaje? La técnica de entrenamiento se denomina refuerzo positivo: se les recompensa cuando realizan una tarea enseñada por su cuidador y se ignoran los movimientos incontrolados o la falta de atención. «Nunca se recurre al castigo. En los acuarios que mantenemos leones marinos en cautividad, el equipo de entrenadores y cuidadores emplea desde hace muchos años el refuerzo positivo para las exhibiciones de los animales ante el público, con estupendos resultados», defiende el veterinario del Oceanográfico Daniel García.
Los animales recibirán un entrenamiento excelente. ¿Pero estarán las víctimas preparadas para ser rescatadas por un bicho de 150 kilos sin asustarse? Los padres del proyecto son rotundos: Por supuesto que sí: «Cuando sientes que te ahogas, cuando tu vida está en juego, te agarras a un flotador o salvavidas te lo acerque quien te lo acerque. Aunque sea el doble de grande que tú. El instinto de supervivencia prevalece».
Agencias/SimaCaribe 11 jul 2011