Las aguas cálidas del Caribe ofrecen una experiencia única para grandes y chicos: el nado con delfines, un acercamiento inolvidable –aunque no exento de controversias– a estos amigables mamíferos marinos. Lugares y consejos para tener en cuenta.
Antes de intentar la experiencia, sin embargo, hay que tener en cuenta varias cosas. En primer lugar, que no hay total consenso sobre la inocuidad de nadar con delfines: muchas voces defensoras de los animales cuestionan desde los métodos de entrenamiento hasta la existencia misma de delfinarios donde se mantiene a los ejemplares en cautiverio; otros recuerdan que, como todo animal, también los delfines pueden tener reacciones inesperadas, un detalle no menor si se recuerdan el tamaño y el peso de estos mamíferos. Del otro lado, quienes valoran el aspecto positivo de la experiencia, aseguran que el nado se puede realizar con animales nacidos en cautiverio que no soportarían la vida salvaje, y que las personas confrontadas a la interacción con los delfines ganan en conciencia conservacionista, promoviendo incluso su uso terapéutico a través de la “delfinoterapia”. Mientras tanto, las propuestas turísticas florecen y convocan de múltiples maneras a los viajeros en busca de un momento único.
En torno del barco donde se hace nado con tortugas, en la muy tropical Barbados.
AL AGUA SE HA DICHO La popularidad de los delfinarios y el nado con cetáceos no son ajenos a la influencia de la televisión y el cine, que con series como Flipper y viejas películas como El día del delfín personificaron a la especie y la acercaron como nunca antes a los seres humanos. Desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Sudamérica, nadar con ellos es una propuesta cada vez más frecuente y también, en razón de su crecimiento, cada vez más sujeta a reglamentaciones (cabe recordar que en nuestro país no está permitido).
El nado con delfines se ofrece generalmente en tres tipos de ambientes: piletas artificiales de gran tamaño con agua marina; áreas costeras naturales, pero protegidas y delimitadas con boyas y redes; y en el mar, cerca de las zonas donde los animales encuentran su alimento natural. La mejor opción es probablemente la segunda, sin la artificialidad de la pileta, ni la imprevisibilidad del mar: desde las islas del Caribe hasta las costas de la Riviera Maya, es la que prefieren varios delfinarios.
La mayoría de ellos articula las tarifas en función de la duración de la actividad, el tipo de pruebas que realizan los delfines y la cantidad de animales en función de los nadadores (entre uno y tres delfines por grupo). También es posible no meterse en el agua con los delfines sino acercarse a ellos y tocar su piel, brillante y resbalosa, desde tierra firme. En cambio, quien quiera profundizar la experiencia puede elegir programas especiales de acompañamiento a los entrenadores, para aprender sus técnicas y secretos. Además, en la mayoría de los lugares se ofrece a los grupos familiares permanecer solos con los delfines y los entrenadores, tal vez la mejor opción cuando hay chicos (se puede nadar con delfines a partir del metro de altura, en tanto los menores de ocho años tienen que estar acompañados por adultos). La mayoría se irán de allí encariñados con el delfín que les haya tocado y recordando su nombre (aunque en realidad, aclaran los entrenadores, el animal no lo reconoce sino que se guía por el sonido de los silbatos y el estímulo del alimento).
En todo caso, como el nado con delfines siempre es un “combo” que incluye el ofrecimiento aparte de las fotos y el video, no se permite entrar al agua con cámaras fotográficas y, en muchos casos, ni siquiera acercarse a la zona de delfines con cámaras de fotos o de video de ningún tipo: para guardar todo, incluyendo la ropa, están los lockers en la entrada.
En el foot push, los delfines empujan por los pies y hacen avanzar a gran velocidad.
DEL VIDEO AL “FOOT PUSH” La primera media hora es igual para todo el mundo: la proyección de un video que explica tanto detalles de la vida y costumbres de los delfines como consejos de seguridad y precauciones a la hora de nadar con ellos.
Después llega, por fin, la hora de calzarse el obligatorio chaleco salvavidas y meterse en el agua para presenciar a pocos centímetros increíbles saltos y piruetas de todo tipo, en general los mismos en los diferentes lugares, aunque se conozcan con distintos nombres. Siguiendo con precisión las indicaciones de los instructores, los delfines –siempre deseosos de conseguir su premio de pescado– se acercan a la gente para darles un delicado “beso” en la mejilla; abrazan a los nadadores rodeándolos con las aletas y medio cuerpo fuera del agua; saltan solos o en tándem; bailan como siguiendo el ritmo de la música, dejándose llevar de las aletas por la gente; “cantan” emitiendo sus sonidos típicos; nadan a toda velocidad, llevando a una persona tomada de las aletas; y finalmente realizan la prueba más espectacular, el foot push, y para lograrla el nadador tiene que ubicarse en un sitio preciso del agua con las piernas estiradas, dejando que el delfín se acerque y, empujándole los pies con la trompa, lo desplace hacia adelante y hacia arriba como un verdadero acróbata. Así, antes de que se haya visto pasar el tiempo, habrán terminado los 45 minutos en el agua que suele durar la experiencia con delfines.
Finalmente, una nueva opción que se ofrece en Xcaret, el popular parque de entretenimientos acuáticos de la Riviera Maya, es el dolphin trek, una caminata submarina que se realiza gracias a un equipo de respiración especial. Cada persona en el grupo se coloca un casco de buceo que proporciona el aire para caminar bajo el agua a través de un sistema digital cuidadosamente monitoreado: no hace falta experiencia, ya que basta con una breve instrucción para probarlo, aprender a usarlo y nadar con los delfines a su misma altura, esta vez bajo el agua.
UN RATO CON LAS TORTUGAS Esta es la experiencia más novedosa que promete la isla caribeña de Barbados, y con la que busca diferenciarse de otros destinos cercanos. El resultado, sin duda, no decepciona. La travesía en busca de tortugas comienza en el puerto de Bridgetown, para navegar la isla a lo largo de la protegida costa oeste (la otra está más expuesta a los vientos del Atlántico). Un ratito después, los pasajeros –ya provistos del equipo necesario de chaleco salvavidas, máscara y snorkel– son invitados a meterse en el agua, poblada de tortugas marinas: aunque hay que advertir que no están aquí por casualidad sino porque esperan su alimento. Y el viajero que no quiera convertir sus dedos en alimento de tortuga debería sin duda abstenerse de intentar tocarlas: basta con la experiencia de querer fotografiarlas, nada fácil por cierto dada su agilidad en el mar. Sin timidez, ellas nadan entre la gente y ofrecen un increíble espectáculo que sólo puede tener rival entre los delfines.
Agencias/SimaCaribe 25 jul 2011