El dispar trío que forman flamencos rosados, cocodrilos y termitas son el principal atractivo, en cuanto a la fauna, de Celestún, un pequeño enclave situado en la península mexicana de Yucatán y Reserva de la Biosfera desde 1979, que ha optado por exponer a los turistas sus atractivos naturales y convertirse así en una excursión complementaria y casi obligada cuando se visita un área que tiene entre sus principales reclamos el legado del mundo maya.
Celestún, a unos 90 kilómetros al oeste de Mérida, la capital del estado, no pretende rivalizar con las opciones costeras, sino ofrecer una especie de parque temático centrado en el mundo de las aves. Cincuenta embarcaciones, con una media de seis plazas, son las encargadas de llevar a los turistas a ver losflamencos, unas aves que tienen en esta ría del Golfo de México su principal asentamiento desde noviembre a abril.
No es necesario hacer reserva previa. Las barcas se cogen en un pequeño muelle que cuenta con una cafetería y con tiendas que permiten adquirir pequeños recuerdos típicos, entre los que sobresalen los peluches de los flamencos. Entre 20.000 y 40.000 ejemplares de estas aves se pueden llegan a congregar en esta zona, para el disfrute de los visitantes y también de los cocodrilos, sus depredadores.
Los reptiles, de los que se pueden ver ejemplares de hasta cuatro metros de longitud, no cazan de día ahuyentados por el motor de las embarcaciones, pero sus ataques y la posibilidad de verlos han hecho que se promuevan recorridos nocturnos.
El brazo de mar, conocido como ría Esperanza, al que se llega tras un recorrido en lancha de unas 5 millas, es un buen banco para la pesca de camarones, cangrejos, róbalos o jureles. Aquí se pueden avistar otros 303 tipos de aves, desde garzas, a fragatas, cormoranes, halcones negros o martines pescadores, aunque sean los flamencos rosados los que atraen a mayor número de visitantes.
Además de las aves autóctonas y de las migratorias, que llegan cada año a pasar la temporada invernal, Celestún cuenta también con mamíferos, 234 especies entre los que destacan el ocelote, el jaguar, el tigrillo y el mono araña, en peligro de extinción, al igual que tres especies de tortugas marinas y dos de cocodrilo.
Como complemento a los avistamientos, los patrones finalizan el recorrido introduciéndose por un túnel entre manglares, en el que se ven impactantes nidos de termitas, para finalizar en el circuito del Ojo del Agua, que permite disfrutar del nacimiento de manantiales y bañarse en una poza de agua cristalina, que contrasta con la tonalidad turbia de la ría, causada por la alta tasa de azufre.
La ría de Celestún, con una longitud de 21 kilómetros, no es apta para el baño y los patrones se encargan de precisar que pese a la lámina de agua que hace pensar en una gran profundidad en esa zona, realmente eso no es así y no se puede nadar debido a la gran cantidad de fango acumulado que haría que nos enterrásemos entre 40 y 50 centímetros.
Las aguas del estero son ideales, en cambio, para navegar en kayak. Si se sigue la lengua de mar hacia el sur se llega a la boca de mar, donde hay pequeñas playas solitarias y limpias, de arena fina y oleaje suave.
Existe la opción de realizar distintos recorridos por Celestún y también se ofertan visitas al manantial Baldiosera, donde se puede nadar, o al dormidero de los flamencos, denominado Tambor.
En la parte este se encuentra el rancho Real de Salinas, en otra época un área de extracción de sal; el bosque petrificado Tampelén y Punta Ninum, donde abundan tanto los camarones en miniatura como las almejas.
Como recomendación se remarca que es importante llevar repelente para los mosquitos y protección solar, aunque las barcas son cubiertas, lo que facilita la exposición directa al sol.
Agencias/SimaCaribe 25 jul 2011