Cuando el documento “Marco rector pedagógico de la educación integral de la sexualidad” describe la educación sexual que se ha dado en las instituciones educativas generaliza y califica despectivamente todo lo que se hizo hasta ahora. Para sus autoras y autores nada se hizo bien, es más, se afirma que fue “un fracaso”. Personalmente reconozco que en general la educación sexual que se ha dado ha tenido muchos defectos, algunos por deficiencias, otros por distorsión.
Lo que decimos sobre la educación de la sexualidad, podemos afirmarlo igualmente de todos los campos de la educación, incluidas con toda razón, la transferencia de conocimientos, la metodología y los paradigmas entonces en vigencia. Y me parece muy bien que se quieran corregir y mejorarlos.
Dos cosas me preocupan: la primera, que pretendiendo hacer una propuesta “científica” se descalifique la biología y se caricaturice a la educación dada, diciendo que fue “biologicista”, porque puso “el énfasis en los aspectos biológicos de la sexualidad”; y segunda, que se proponga que la educación sexual se fundamente en la “cultura”.
Opino todo lo contrario, pienso que una de las deficiencias de la educación sexual anterior es precisamente que no la vinculó más claramente y en toda su profundidad con la biología. Y por eso hay muchas dificultades para poder valorar con objetividad y entender las diferencias que hay entre la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad.
Guste o no, el sexo genético del individuo se decide en el momento de la concepción. Los cromosomas XX para la mujer desarrollarán ovarios y los XY para el hombre desarrollarán testículos. Estas glándulas producirán muy pronto hormonas diferentes: estrógenos en las mujeres y testosterona en los hombres; hormonas que a su vez llegarán al cerebro en gestación y le darán a cada cerebro sus características diferenciadas. Los cerebros de la mujer y del hombre son diferentes.
De ahí en más la diferenciación sexual sigue su proceso y por eso “se puede hablar de sexo cromosómico, sexo gonadal (de las glándulas), sexo hormonal, sexo genital (interno o externo), sexo cerebral, sexo de crianza, sexo psicológico (identidad de género), sexo fenotípico (la apariencia externa desarrollada en la pubertad). No siempre coinciden esos aspectos, como ocurre, por ejemplo, en los casos de transexuales, cuando una persona siente que tiene unos órganos sexuales que no le corresponden. Se siente mujer y tiene órganos masculinos, o viceversa” (J.A. Marina, 2011, 64).
El documento afirma también que “los componentes biológicos de la sexualidad son adscriptos a los seres humanos, pero las formas de pensar, sentir y actuar son aprendidos”. ¿Qué quiere decir esto? ¿A quién están adscriptos el pensar, sentir y actuar? ¿No son actividades de los seres humanos? ¿No hay ningún vínculo entre la biología y el pensar, sentir y actuar de cada ser humano?
La relación entre biología y educación es mucho más profunda de lo que parece. Ambas cosas, sexualidad por una parte y pensar, sentir y actuar por otra son tareas para los educadores, pero ambas cosas también están estrechamente vinculadas a la biología.
Bastará recurrir a la genética para comprender cuáles y cuántos comportamientos son innatos, vienen ya en nuestros genes y son la biología, la biogenética, la ingeniería genética, en una palabra, los expertos en genoma humano, los que nos van a ir descubriendo todo lo que heredamos. El aprendizaje no se hace sobre el vacío, el niño y la niña traen ya una carga impresionante de datos y comportamientos.
Si de la genética pasamos a la endocrinología, los especialistas nos podrán explicar cuál es el peso que tienen las hormonas sobre los sentimientos, los modos de pensar, las actitudes, las relaciones afectivas y los comportamientos del hombre y la mujer.
Siguiendo nuestro recorrido, para comprobar el rol de la biología en todos los procesos de pensar, sentir y actuar, topamos con la neurología. La información contenida en el código genético se traduce también en sistema nervioso, que está encargado de las transacciones del ser humano con su entorno. El cerebro, que es la parte principal del sistema nervioso, es la gran central de nuestras vivencias, sean del pensar, del sentir o del actuar.
No se puede minimizar la importancia extraordinaria de la biología para toda educación.
Lo que decimos sobre la educación de la sexualidad, podemos afirmarlo igualmente de todos los campos de la educación, incluidas con toda razón, la transferencia de conocimientos, la metodología y los paradigmas entonces en vigencia. Y me parece muy bien que se quieran corregir y mejorarlos.
Dos cosas me preocupan: la primera, que pretendiendo hacer una propuesta “científica” se descalifique la biología y se caricaturice a la educación dada, diciendo que fue “biologicista”, porque puso “el énfasis en los aspectos biológicos de la sexualidad”; y segunda, que se proponga que la educación sexual se fundamente en la “cultura”.
Opino todo lo contrario, pienso que una de las deficiencias de la educación sexual anterior es precisamente que no la vinculó más claramente y en toda su profundidad con la biología. Y por eso hay muchas dificultades para poder valorar con objetividad y entender las diferencias que hay entre la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad.
Guste o no, el sexo genético del individuo se decide en el momento de la concepción. Los cromosomas XX para la mujer desarrollarán ovarios y los XY para el hombre desarrollarán testículos. Estas glándulas producirán muy pronto hormonas diferentes: estrógenos en las mujeres y testosterona en los hombres; hormonas que a su vez llegarán al cerebro en gestación y le darán a cada cerebro sus características diferenciadas. Los cerebros de la mujer y del hombre son diferentes.
De ahí en más la diferenciación sexual sigue su proceso y por eso “se puede hablar de sexo cromosómico, sexo gonadal (de las glándulas), sexo hormonal, sexo genital (interno o externo), sexo cerebral, sexo de crianza, sexo psicológico (identidad de género), sexo fenotípico (la apariencia externa desarrollada en la pubertad). No siempre coinciden esos aspectos, como ocurre, por ejemplo, en los casos de transexuales, cuando una persona siente que tiene unos órganos sexuales que no le corresponden. Se siente mujer y tiene órganos masculinos, o viceversa” (J.A. Marina, 2011, 64).
El documento afirma también que “los componentes biológicos de la sexualidad son adscriptos a los seres humanos, pero las formas de pensar, sentir y actuar son aprendidos”. ¿Qué quiere decir esto? ¿A quién están adscriptos el pensar, sentir y actuar? ¿No son actividades de los seres humanos? ¿No hay ningún vínculo entre la biología y el pensar, sentir y actuar de cada ser humano?
La relación entre biología y educación es mucho más profunda de lo que parece. Ambas cosas, sexualidad por una parte y pensar, sentir y actuar por otra son tareas para los educadores, pero ambas cosas también están estrechamente vinculadas a la biología.
Bastará recurrir a la genética para comprender cuáles y cuántos comportamientos son innatos, vienen ya en nuestros genes y son la biología, la biogenética, la ingeniería genética, en una palabra, los expertos en genoma humano, los que nos van a ir descubriendo todo lo que heredamos. El aprendizaje no se hace sobre el vacío, el niño y la niña traen ya una carga impresionante de datos y comportamientos.
Si de la genética pasamos a la endocrinología, los especialistas nos podrán explicar cuál es el peso que tienen las hormonas sobre los sentimientos, los modos de pensar, las actitudes, las relaciones afectivas y los comportamientos del hombre y la mujer.
Siguiendo nuestro recorrido, para comprobar el rol de la biología en todos los procesos de pensar, sentir y actuar, topamos con la neurología. La información contenida en el código genético se traduce también en sistema nervioso, que está encargado de las transacciones del ser humano con su entorno. El cerebro, que es la parte principal del sistema nervioso, es la gran central de nuestras vivencias, sean del pensar, del sentir o del actuar.
No se puede minimizar la importancia extraordinaria de la biología para toda educación.
Agencias/SimaCaribe 6 dic 2011