Crear grandes zonas protegidas donde las ballenas puedan vivir sin temor a los harpones, aunque se levante la moratoria vigente sobre la cacería de cetáceos, es el objetivo de países como Argentina y Brasil, conscientes de su potencial turístico.
Durante la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que se realiza hasta el jueves en la isla de Jersey, Brasil y Argentina pusieron nuevamente en el orden del día un proyecto de refugio para el Atlántico Sur, que se agregaría a dos grandes reservas ya existentes, en el Océano Índico (desde 1979) y en el Océano Austral (1994).
"La finalidad de una reserva es fortalecer la moratoria. Si un día se abre, se conservan grandes porciones de océanos cerrados a la caza comercial", explica Vincent Ridoux, miembro del comité científico de la CBI, la única instancia de gestión de los grandes cetáceos.
Sin embargo, hay pocas probabilidades de que esa propuesta sea adoptada este año, pues "eso forma parte de las cosas que los japoneses rechazan sistemáticamente", destacó Ridoux, miembro de la delegación francesa en Jersey.
Japón continúa capturando todos los años pequeños rorcuales en la reserva del Océano Austral, en el marco de su caza llamada científica, ante la cólera de los defensores de los cetáceos.
"Para nosotros lo más importante es enviar una señal política y conservar el tema en el orden del día", destacó el responsable de la delegación brasileña, Marcus Paranagua.
Una reserva en el Atlántico Sur sería útil para "al menos siete especies, entre las cuales se encuentran la ballena azul, la ballena jorobada, la ballena franca y el rorcual común", según Javier Rodríguez, un profesor de biología costarricense y fundador de la Fundación Promar.
La creación de una nueva gran reserva en el Atlántico Sur, cuyos límites irían desde el Ecuador hasta los límites del Océano Austral, permitiría sin duda proteger más eficazmente a las ballenas que recorren miles de kilómetros.
"La ballena jorobada, por ejemplo, pasa su temporada de reproducción en las aguas cálidas, y luego su temporada de alimentación en las aguas frías, lo que significa que el refugio del Océano Asutral no es suficiente para esta especie", explica Willie McKenzie, un militante británico de Greenpeace.
"Al crear una reserva más grande, usted protege a todo el ciclo vital de la ballena", agrega.
Más allá de la simple preservación de las ballenas, el "objetivo de los países sudamericanos, apoyados por Sudáfrica, es también "desarrollar una actividad turística sobre una población de ballenas con buena salud", recordó Vincent Ridoux, refiriéndose a la observación de estos cetáceos.
Para muchos países que no son cazadores, las ballenas permiten en primer lugar atraer a los turistas.
Según un estudio, el primero de este tipo, presentado durante la reunión de la CBI en Agadir, en 2010, esta actividad podría potencialmente permitir ganar 3.000 millones de dólares anuales y crear 24.000 empleados en el mundo.
Esta perspectiva explica también por qué, regularmente desde hace unos 10 años, los sudamericanos apoyan este proyecto, que para ser adoptado debe obtener la aprobación de las tres cuartas partes de los 89 miembros de la CBI.
No cabe duda de que se volverá a hablar de la reserva del Atlántico Sur el año próximo, durante la próxima sesión de la CBI, que se llevará a cabo en Panamá.
Agencias/SimaCaribe 14 jul 2011