martes, 27 de marzo de 2012

El arrecife caribeño en condiciones deplorables...


Un buzo recorre el arrecife de Cozumel.
Pese a ser la segunda barra coralina más importante del mundo por su extensión, y la primera por su biodiversidad y capacidad de aprovechamiento para actividades económicas y de subsistencia, el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM) parece estar fuera de las prioridades en materia de políticas públicas de los gobiernos de México, Belice, Guatemala y Honduras.............
La gravedad del hecho radica en el estado en que se encuentra ese ecosistema y en la tendencia a continuar degradándolo a causa de actividades humanas como la explotación excesiva de algunas pesquerías, los bajos estándares en el manejo de aguas residuales en comunidades costeras y urbes que finalmente son descargadas en el mar, así como proyectos turísticos mal planificados en materia de sostenibilidad de recursos naturales.

De un total de 130 arrecifes ubicados en esa zona caribeña de México, Belice, Guatemala y Honduras, solamente uno por ciento se encuentra en “muy buenas” condiciones, de acuerdo con el Reporte de la Salud Ecológica del Arrecife Mesoamericano 2010 (RSEAM), publicado por la Iniciativa Arrecifes Saludables para Gente Saludable.

El documento describe el patrón de degradación de ese hábitat marino y expone la condición general de la barra arrecifal, cuyo 30 por ciento se encuentra en condiciones críticas, lo que se considera un estado “alarmante” no sólo desde una perspectiva ambiental de preservación de los recursos naturales, sino por la dependencia del recurso entre las varias poblaciones costeras desde el Caribe mexicano hasta Honduras.

Por citar un dato: los arrecifes coralinos no son materia inerte sino por el contrario, se trata de organismos vivos que actualmente enfrentan condiciones difíciles e incluso extremas para su conservación y desarrollo. El hecho se agrava si se considera que un coral crece entre 0.5 y 1.5 centímetros por año y de su buena condición dependen variadas especies marinas de las que también depende, en menor o mayor grado, el ser humano.

De acuerdo con el mismo reporte, 40 por ciento de los arrecifes están en “mala” situación, 21 por ciento califica como “regular” y sólo ocho por ciento se reconoce como en “buen” estado.

A lo largo de la primera década del siglo XXI, la tendencia de degradación se ha mantenido, indica el documento: entre 2006 y 2009 los cambios en la condición general de ese ecosistema mostraron cinco veces más situaciones de decremento que de mejora. El 62 por ciento del total siguió dañándose, 26 por ciento no tuvo cambio alguno y solamente 12 por ciento mejoró.

Los porcentajes se determinan con indicadores establecidos por especialistas en el hábitat marino, y toman en cuenta la cobertura de coral, la de macroalgas que compiten con el coral, así como la biomasa de peces herbívoros como los loros o cirujanos, además de especies comerciales como el mero y el pargo.

En ese mismo lapso de tres años se pudo constatar una disminución de 50 por ciento en la biomasa de ambos tipos de peces, un incremento del 10 al 18 por ciento en la población de macroalgas y apenas un ligero crecimiento en la cobertura de coral, del 13 al 19 por ciento.

Desde México hasta Honduras, pasando por Belice y Guatemala, ninguno de los cuatro territorios que comparten la segunda barra arrecifal más larga del mundo, después de la ubicada en Australia, ha logrado alcanzar un estándar adecuado en el desarrollo de estrategias, que garantice la preservación y conservación de esos recursos, de los que dependen miles de familias, cuya seguridad alimentaria y laboral también resulta en consecuencia amenazada.

En un esfuerzo conjunto, varias ONG, grupos civiles y centros de investigación de los cuatros países, asumieron la tarea de medir los daños provocados a la barra de arrecifes de Mesoamérica, a fin de establecer no sólo un pronóstico o atlas de riesgos, sino también un sistema de indicadores que ha sido puesto a disposición de las autoridades y que revela el estado crítico del hábitat en el ecosistema mencionado.

Los resultados demuestran bajos estándares en los programas de manejo de aguas residuales, abuso en la explotación de las pesquerías para consumo humano, la aplicación inadecuada de los planes de manejo y conservación de las áreas, en contraparte con un creciente y mejorado trabajo científico y de promoción sobre los esfuerzos de conservación y preservación de los arrecifes.

LAS CALIFICACIONES

De acuerdo con el Informe de Avances 2011 de los países ubicados en la zona del arrecife mesoamericano, son siete los indicadores para medir el estado de salud de ese hábitat, con puntuaciones del nivel uno al cinco, donde uno es el promedio más bajo. Dicho sistema de medición contempla: 1) Áreas protegidas marinas; 2) Manejo de pesquerías basado en el ecosistema; 3) Manejo de la zona costera; 4) Saneamiento y tratamiento de aguas residuales; 5) Investigación, educación y concientización; 6) Sostenibilidad en el sector privado, y 7) Temas marinos globales.

El resultado del promedio final de puntos en los siete indicadores alcanzado por México, Belice, Guatemala y Honduras es apenas de 2.7.

Dichos indicadores son resultado de un trabajo acucioso de colaboración e investigación multidisciplinaria que incluye a más de 40 organizaciones no gubernamentales y del sector privado, a la academia y los gobiernos. Los indicadores fueron diseñados por la Iniciativa Arrecifes Saludables y el Instituto de Recursos Mundiales (por sus siglas en inglés, HRI y WRI, respectivamente) junto con un grupo de expertos internacionales, basándose en las recomendaciones para la conservación del arrecife publicadas en el RSEAM de la misma iniciativa.

Estas recomendaciones fueron hechas por un grupo de expertos, compuesto por miembros de organizaciones no gubernamentales, academia y gobierno, en cada uno de los cuatro países mesoamericanos. El proceso del informe de avances que presenta los resultados de estos indicadores fue avalado por la firma auditora Pricewaterhouse Coopers Costa Rica para asegurar que fuera suficientemente robusto, replicable año tras año y consistente para darle credibilidad a los usuarios previstos.

El Informe de Avances de los esfuerzos de manejo realizado a lo largo de 2011 fue presentado a principios de 2012 por la HRI —que agrupa a diversas ONG en la zona que abarca el SAM— con el respaldo de fundaciones como el WRI, y contó además con el apoyo de otras organizaciones como el Instituto Smithsoniano, The Nature Conservancy, World Wildlife Foundation y Wildlife Conservation Society.

El primer indicador analiza el trabajo desarrollado en la creación de áreas marinas protegidas, en el cual Belice apenas y supera la mitad con 3.2 puntos; México alcanzó los tres puntos, al igual que Guatemala, y Honduras llegó a 2.8 puntos.

Un segundo indicador considera el manejo de pesquerías basado en el propio ecosistema de la zona, en el cual México obtuvo una vez más la puntuación más baja, con 2.3 puntos, al igual que Honduras y Guatemala; Belice alcanzó los cuatro puntos.

En cuanto a los programas de manejo de zona costera, la tendencia de México en la obtención de bajos puntos continuó con apenas dos; sólo Honduras alcanzó cuatro puntos, y Belice y Guatemala tuvieron la misma calificación que México.

El siguiente indicador mide el manejo de aguas residuales y su tratamiento antes de desembocar al mar. Implica conocer los estándares alcanzados en cada uno de los países en cuanto a sólidos suspendidos totales y demanda bioquímica de oxígeno, y se comparan con los estándares internacionales. El promedio más bajo fue el de Guatemala con 1.5 puntos; México y Honduras llegaron a dos puntos, y sólo Belice superó la media con 3.5.

El único indicador en el que México supera los tres puntos y se logra colocar por arriba de la media es el rubro de investigación, educación y concientización, donde alcanza los 3.8 puntos. Sin embargo, continúa debajo de Belice, que tiene 4.8 puntos, y de Honduras, con cuatro. Guatemala es el más bajo con tres puntos.

Un indicador específico mide la participación y voluntad de la iniciativa privada, o de proyectos de corte social en la explotación de los recursos naturales como fuente de turismo. El indicador refleja la disposición de desarrollar proyectos sostenibles y del menor impacto negativo posible sobre el medio ambiente. En este rubro, México supera la media, con tres puntos; Belice baja a dos, mientras que Guatemala alcanza apenas 1.4, y Honduras llega a 2.2. El promedio por región en ese rubro está por debajo de la mitad, con 2.2 puntos, lo que refleja dos tendencias: la poca disposición del sector privado y la falta de medidas más estrictas o incluso de corrupción de los gobiernos al autorizar proyectos de explotación turística.

El último indicador se refiere a temas de carácter global como el cambio climático y los fenómenos que esto provoca, entre ellos el calentamiento de las aguas marinas y su impacto directo en la salud de los corales, así como el resultado del impacto de huracanes y tormentas que superan todo pronóstico de daños.

Asimismo, este indicador mide la participación de los países en tratados internacionales de gran importancia para la conservación del SAM. Esta medida contempla los esfuerzos hechos por los gobiernos y la sociedad de estos países para extender las medidas de conservación y preservación de los recursos del arrecife mesoamericano frente a fenómenos que ya están prácticamente fuera de control humano, aunque deriven de una histórica falta de planeación adecuada en el uso de los recursos naturales y el desarrollo industrial en el mundo.

El promedio alcanzado en toda la región es apenas la media con 2.5; Belice tiene 3.5 puntos, Honduras 1.5 y México y Guatemala llegan también, con esfuerzo, a los 2.5, ajustándose a la media.

POBLACIÓN EN PELIGRO

Más allá de las consideraciones de carácter ambiental, el informe y la preocupación de sus realizadores está en la relación intrínseca entre los recursos naturales y la población humana en la zona, que finalmente es la que resultará más afectada por el desequilibrio y los daños a la barra arrecifal de Mesoamérica.

Según el reporte sobre ecosalud publicado por la Iniciativa Arrecifes Saludables en su sitio web, la dependencia de las poblaciones costeras de la actividad pesquera o turística en el caso de México, específicamente en la zona del Caribe mexicano, sitio en la costa de Quintana Roo, llega hasta el 20 por ciento de la población económicamente activa de la zona.

El dato anterior significa que, en el caso de México, dos de cada 10 habitantes de la costa de Quintana Roo dependen directamente de la pesca o la actividad turística para su subsistencia. La continuidad, como los indicadores lo demuestran, de una práctica ineficaz en el manejo de los recursos que ofrece el arrecife finalmente afectará a esa población y también al resto del país, luego de considerar que esa entidad aportó en 2011 la mitad de los ingresos totales por turismo en todo México.

Si bien en el caso de Belice, Guatemala y Honduras el promedio de personas que dependen de la actividad turística o la pesca apenas está entre cinco y 10 por ciento, no es soslayable tomando en cuenta el tamaño de sus territorios y economías.

Para el caso, el reporte de ecosalud relaciona los niveles de pobreza en las zonas costeras, donde identifica los problemas y carencias, tanto de infraestructura como de posibilidades de desarrollo social en los cuatro países, los cuales podrían reducirse con un adecuado manejo de los recursos costeros y, en este caso particular, del SAM.

EL DETERIORO A LO LARGO DE LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS

Según el informe de HRI, hace 20 años el Arrecife de Mesoamérica se consideraba entre los que contaban con mejores condiciones en la zona del Caribe. En la actualidad esa distinción ha desaparecido. “Está injustificada”, como establece el estudio.

Además del cambio climático, el desarrollo costero y el incremento del turismo, otras amenazas —como especies invasivas del tipo del pez León, originario del Oriente lejano y del que aún se investiga la forma específica en la que llegó y se ha reproducido en la zona arrecifal mencionada— ponen en riesgo el balance natural de la zona.

“Las amenazas son las actividades humanas y fenómenos naturales que directa o indirectamente influyen en la integridad y la salud del ecosistema del arrecife. El impacto combinado de estas actividades y eventos puede tener efectos a largo plazo sobre los procesos ecológicos, que pueden obstaculizar la capacidad de un arrecife para recuperarse y conservarse”, advierte en la información publicada en su página web.

Los daños, según señala, se están volviendo crónicos y están afectando formas de vida que por su riqueza representan un valor incalculable para las sociedades de los cuatros países y el resto del mundo. El sistema está amenazado, insiste, y los gobiernos de la región parecen no tener gran interés o no han sido eficientes para evitarlo.

ESFUERZOS INSUFICIENTES; NECESARIO, HACER MÁS

Para la representante aquí de HRI, Marisol Rueda Flores, la evaluación arroja un resultado “regular” en el manejo, conservación y preservación del recurso natural en el Arrecife, y ello representa una amenaza directa al equilibrio del ecosistema en un mediano plazo, lo que redundará en problemas para quienes dependen directamente del mismo.

En entrevista con M Semanal, enfatizó que el trabajo no es suficiente y la mayor preocupación se basa en cómo en las últimas dos décadas la degradación del arrecife ha avanzado en forma paulatina, aun con algunos programas y proyectos establecidos en los cuatro países. La urgencia de tomar medidas más adecuadas y eficientes, expresó, está en el hecho de que esa degradación no se ha detenido y es progresiva, por lo que “requerimos de mejores y mayores acciones para frenarla”.

El daño, recordó, pone en riesgo un ecosistema de más de mil kilómetros lineales de extensión, que comienza en Quintana Roo y llega hasta Honduras.

Para Rueda Flores, hablar de un riesgo en la salud de los arrecifes es muy aventurado por el momento, pero reconoció que la amenaza sí está latente. “Pero hay posibilidad de disminuirla, de reducir los problemas e incluso de ayudar al ecosistema a recuperarse por sí mismo, porque además no existe otra forma.”

La investigadora recordó que después de la barra coralina ubicada en Australia, el SAM es el más importante del mundo, que conjunta una mayor diversidad biológica y cultural, y representa una de las más importantes fuentes de ingresos para la subsistencia de miles de familias que viven alrededor de él.

Consideró que muchas veces los gobiernos, los inversionistas, el turismo, los pescadores “y nosotros mismos olvidamos la naturaleza del ecosistema arrecifal y los daños que las actividades humanas provocan”. En ese sentido, refirió el impacto que puede tener un barco que encalla en una zona arrecifal debido al tiempo que un coral tarda en recuperarse, ya que su crecimiento es de 0.5 a 1.5 centímetros por año.

Además, agregó, hay que recordar que estamos hablando de seres vivos. Los corales no son piedras sino formaciones vivas, que respiran y cohabitan de forma fija en el lecho marino. Incluso la saturación de aceites bronceadores y bloqueadores solares en una zona coralina es una amenaza terrible: la grasa se acumula sobre el coral, le impide respirar, oxigenarse y finalmente puede morir.

Reiteró que el objetivo del informe —en el que HRI trabajó con unos 40 grupos proambientales, de investigación y de manejo de recursos naturales— es proporcionar también a los tomadores de decisiones, a los políticos y administradores públicos, una herramienta en la que puedan basarse para mejorar los programas de manejo de la costa y procurar el cuidado de un recurso tan valioso como la barra arrecifal.

“Ese ecosistema es parte de nosotros mismos, no sólo la parte que nos toca en el territorio, sino toda su extensión. Es importante coordinarse con los otros países, hacer conciencia de cómo puede aprovecharse de forma sostenible y a largo plazo. Es un organismo viviente y de una gran riqueza, pero parece que eso ya lo estamos olvidando”.

Agencias/SimaCaribe 27 mar 2012