Si usted es de los afortunados que se quedan en la Ciudad de México en estas vacaciones o si nos visita de diferentes puntos del resto del país, le voy a contar que hay mucho que hacer en esta caótica capital que deja de serlo por unos días convirtiéndose en una fuente de diversas actividades —para las que hasta falta tiempo— y en una ciudad muy disfrutable en los llamados días santos.................
...............Lo primero que preocupa a muchas familias es qué hacer o a dónde llevar a los niños. Hay algunas propuestas en el cine, obras de teatro infantiles, los paseos obligados por Chapultepec y el área de los juegos, y en esa misma zona el Museo del Papalote es una excelente opción para los niños con la ventaja de que también es muy atractivo para los papás.
La pantalla IMAX del Papalote es una de las mejores del mundo, cumple con los requisitos exactos de la empresa IMAX Corporation, ya que aquí entre nos varias pantallas de algunas exhibidoras que se anuncian como IMAX no cumplen a cabalidad con esos requerimientos.
La megapantalla del Papalote tiene 24 metros de ancho y 17 de altura, y además en las proyecciones son realmente aprovechados hasta los últimos centímetros de la superficie. La magia de la experiencia IMAX realmente se vive en la enorme pantalla del Museo del Papalote de la Ciudad de México ya que además en las proyecciones en 3D —a pesar de que no soy gran aficionada a ese formato— he de admitir que una se siente dentro de la película misma.
Ayer domingo se estrenó en la sala del museo el documental El último arrecife con el que pude constatar que la mejor proveedora de “efectos especiales” es la naturaleza misma.
El último arrecife es un intensivo trabajo que tomó tres años para su elaboración y que explora las zonas de corales más importantes, antiguas y de mayor extensión en el planeta. La 3D nos permite nadar entre medusas, tiburones, delfines, peces payaso —Nemo, pero de verdad—, corales y especies marinas de una belleza impresionante y que no soñábamos que existieran, llenas de colorido, de formas caprichosas y extrañas. No son producto de ningún efecto digital, simplemente están ahí desde hace millones de años y prestamos poca o nula atención a su existencia.
Le voy a contar que el día que vi El último arrecife estaba particularmente tensa. Estoy sometida a preocupaciones y problemas como lo estamos todos y la vida en la ciudad no ayuda en absoluto: rodeados de cemento, humo, ruidos y viviendo siempre bajo todo tipo de presiones: deudas, problemas familiares, falta de empleo, tráfico, etc.
Todo esto nos ha llevado a perder nuestra conexión con el origen, con la Madre Naturaleza, de la que venimos, a la que pertenecemos y a la que iremos al morir. Pero se nos olvida lo importante que son los equilibrios para la permanencia del género humano en el planeta. A fin de cuentas, cuando la Tierra se harta de nosotros emite un gran estornudo: un sismo, una erupción volcánica, un severo cambio climático, un tsunami. Ella sigue ahí pero todas las estructuras vivientes que se han formado de y por ella corremos grave peligro.
Cuando salí de la proyección me sentía notablemente relajada, lo que me agobiaba había perdido, si no importancia, sí el peso de la carga, me di cuenta de qué pequeños son nuestros problemas ante la perfección y la magnificencia del mundo marino que sigue ahí con todo y nuestra vergonzosa tendencia a destruirlo.
El último arrecife está filmado en Palau, Las Bahamas, México, la Polinesia Francesa, Nueva York y otras grandes ciudades, y con ellas establece una divertida analogía entre la vida de las metrópolis y la del fondo marino de los arrecifes tropicales, que son también ciudades con estructuras complejas de relación y convivencia de una gran cantidad de especies marinas desde las microscópicas hasta las de enorme tamaño que viven en algo que se podría semejar a enormes multifamiliares.
Lo invito a que en estos días se dé un tiempo para ver El último arrecife. No importa si tiene niños o no, las imágenes son verdaderamente sedantes, la música es impresionante —es más, ¿dónde puedo conseguirla?— y son apenas 50 minutos que se pasan, ahora sí que literalmente, “como agua”.
Agencias/SimaCaribe 3 abr 2012