jueves, 9 de junio de 2011

Son océanos, no cloacas....

Enrique Pardo, científico marino de Oceana, explica que: “en la actualidad, podemos decir que las principales amenazas o impactos vienen derivados del cambio climático que ya está generando una subida del nivel del mar, por la pérdida de reservas de agua congeladas de los Polos, tanto del Ártico como de la Antártica”. 

Para Pardo, hay “otros impactos que son menos conocidos como es el caso de los descartes, que son porcentajes de capturas que se tiran directamente al mar, por varias razones, una porque son más pequeños de las tallas requeridas o porque no son las especies que se están buscando o, simplemente, porque se ha cubierto el cupo que admite ese pesquero”. 

El último de los grandes impactos que, señala Pardo, sufren los mares y océanos son los que proceden de los plásticos, un material muy persistente que puede tardar cientos de años en degradarse en el medio marino. Y explica que “por el efecto de las corrientes marinas tienden a acumularse en determinadas zonas, creando lo que se llama "islas de plástico"”. 

Sólo se conoce un cinco por ciento de los fondos marinos, por lo que para los científicos resulta muy impreciso hablar de su estado general. Pero las amenazas se conocen bien porque son la causa del deterioro que se está verificando y extendiendo en muchos de los mares del planeta, es por ello que todos los años celebramos el Día Internacional de los Océanos, un modo de concienciación global en beneficio de nuestros superficies marinas. 

Enrique Pardo, científico marino de Oceana, la mayor organización internacional centrada en los océanos y fundada en 2001, nos explica que: “en la actualidad, podemos decir que las principales amenazas o impactos vienen derivados del cambio climático que ya está generando una subida del nivel del mar, por la pérdida de reservas de agua congeladas de los Polos, tanto del Ártico como de la Antártica”. 

La acidificación, otros de los graves síntomas que muestran los mares, según el experto, se debe al descenso del pH de los océanos de la Tierra, causado por el exceso de absorción de las aguas de dióxido de carbono. 

“Esto tiene un precio y es que esta saturación del océano genera cambios químicos que impiden o dificultan la formación de estructuras calcáreas, como son los corales, los caparazones de los crustáceos, las gambas o almejas”, señala Pardo. 


LOS MALOS HÁBITOS DE LA PESCA. 

El especialista también hace hincapié en la sobrepesca que, afirma, esquilma especies porque se capturan, en ocasiones, cantidades que ni siquiera llegan al consumo humano. 
Esta amenaza de la pesca estaría marcada por una serie de malos hábitos, sobre los que las legislaciones internacionales poco hacen por regular. 

Para Pardo, las amenazas que crean estos malos hábitos son, “por un lado, la derivada de la sobreexplotación de los recursos pesqueros que genera un impacto sobre especies como el atún rojo, el pez espada, o los tiburones. Además de otros impactos que son menos conocidos como es el caso de los descartes, que son porcentajes de capturas que se tiran directamente al mar, por varias razones. Una es porque esos determinados peces son más pequeños de las tallas requeridas o porque no sean las especies que se están buscando o, simplemente, porque se ha cubierto el cupo que admite el barco pesquero que las captura. Muchas de estos peces se devuelven al océano ya muertos”. 

Por otro lado, se encuentra el impacto derivado de esta actividad en la destrucción del hábitat. El científico señala que “hay artes de pesca, como el arrastre de fondo, que tiene un impacto muy negativo sobre los ecosistemas que existen en las profundidades, como corales o algas. Son redes que van arrasando o degradando todos los hábitat que se encuentran por delante”. 

A ese deterioro, además se añaden ciertas actividades procedentes de buques y plataformas petroleras que contaminan lentamente y de forma inexorable los mares con el vertido de hidrocarburos de tipo oleoso. 

En este sentido Enrique Pardo indica que "la mayor parte de los vertidos no proceden de los grandes accidentes, sino de la actividad cotidiana. Lo que se conoce como "contaminación crónica" provoca entre un 50 y un 70 por ciento del total, siendo la contaminación generada por accidentes como los de los buques Prestige o Exxon Valdés, un 20 por ciento". 


ISLAS DE PLÁSTICO. 

El último de los grandes impactos que, señala Pardo, sufren los mares y océanos son los que proceden de los plásticos, un material muy persistente que puede tardar cientos de años en degradarse en el medio marino. Y explica que “por el efecto de las corrientes marinas tienden a acumularse en determinadas zonas, creando lo que se llama "islas de plástico". Hay importantes ejemplos de este tipo de acumulaciones en el Océano Pacífico, en el Atlántico Norte e, incluso, en el mar Mediterráneo”. 

Las áreas de contaminación de los mares y océanos del planeta se encuentran comprendidas en aquellas zonas donde se produce una mayor implicación de las actividades humanas, por lo que en cada caso las amenazas son distintas. 

Así lo resume el científico español: “el Mediterráneo es ahora mismo el mar más contaminado por hidrocarburos del mundo. Se estima que se vierten en él en torno a unas 400.000 o 600.000 toneladas de hidrocarburos al año, que viene a ser el 15 por ciento de todos los vertidos de este tipo”. 

“Entre los mares contaminados por acidificación, se encuentra el Báltico, con unos muy altos niveles de fosfatos y nitratos que provocan una ruptura en el funcionamiento de los ecosistemas. Si hablamos de sobrepesca, la zona del Atlántico norte es la que sufre una mayor agresión y sobreexplotación de sus recursos, en la que opera una flota industrial de arrastre muy grande que está generando problemas muy importantes en los hábitat de fondo. En el caso de la contaminación por plásticos es significativa la isla de plásticos del Pacífico o la que ya se está empezando a formar en el Atlántico norte”. 


ESFUERZOS INTERNACIONALES. 

‘Natura 2000’ es el convenio internacional por el que todos los países están obligados a declarar nuevas áreas marinas protegidas porque las que hay son insuficientes. También a nivel internacional se encuentra el Convenio de Biodiversidad que obliga, o que compromete, a los países a proteger un diez por ciento de la superficie marina. 

Sin embargo, Pardo se lamenta de que “este diez por ciento se había establecido para 2012, pero en la última reunión del año pasado se ha pospuesto la fecha para el 2020, dada la lentitud y el escaso cumplimiento que estaban teniendo los países. En la actualidad, sólo el uno por ciento de la superficie marina está protegida, así que el error está en posponer la fecha, cuando lo que habría que hacer sería presionar a los gobiernos para que hicieran una declaración masiva de áreas marinas protegidas”. 

En la Unión Europea se está reconociendo que la situación pesquera es mala. Ya existe una obligación legal que pretende reducir el impacto negativo que está teniendo la actividad pesquera en los mares, en donde el 88 por ciento de los stocks están sobreexplotados. 

“Falta valentía o decisión en las medidas que se están tomando. Pero, sin duda, con una adecuada gestión y regulación pesquera, un control, una buena red de áreas marinas protegidas y suficiente protección activa de las especies que están amenazadas, el medio marino se podría mantener y se recuperaría bastante el estado en el que se encuentra ahora mismo”, concluye Enrique Pardo.


Agencias/SimaCaribe 09 jun 2011