El triángulo de las Bermudas es un área triangular en el Océano Atlántico, con vértices en Miami, Bermudas y Puerto Rico.
Cuando no son nuevas investigaciones, sino informes de televisión los que vienen a actualizar la agenda de un presunto enigma científico, conviene abrir el ojo escéptico y entrecerrar el otro, más entregado a la creatividad y las ilusiones.
Varios medios. como Clarín, se hicieron eco de un informe de la CNN, según el cual el detonante del Triángulo de las Bermudas sólo es "una gran cantidad de hidratos de metano que se eyectan a la superficie y provocan inestabilidad en los sistemas de funcionamiento de los equipos de transporte".
O como título Diario Perfil: "Resuelven el misterio del triángulo de las Bermudas". O La Voz del Interior: el misterio "sería una cuestión de gases".
El triángulo de las Bermudas es un área triangular en el Océano Atlántico, con vértices en Miami, Bermudas y Puerto Rico.
Bueno, en realdad más o menos: la geometría del misterio es variable, como las locas teorías que giran a su alrededor. Según aquel informe, ya no sería un Triángulo Misterioso lo que se habría estado tragando a jets, barcos y pasaje sino todo lo contrario: una gigantesca flatulencia de metano procedente del fondo del océano volcaría a los navíos.
Esa sería la añorada respuesta al misterio.
Pero la embestida o el oleaje que producirían al emerger estas pompas de metano, una de las varias hipótesis propuestas para explicar las legendarias desapariciones, no es novedad.
Como bien recuerda Luis Alfonso Gámez en su blog Magonia esta presunción se remonta a la década del 90. Tal vez por poco conocida, cada tanto algún medio la reflota y es dada por nueva.
Google mediante, un cable de Reuters fechado en 2003 anunciaba la publicación del estudio del doctor Joseph Monaghan y su alumno David May, de la Universidad de Monash, Australia, "Can a single bubble sink a ship? (¿Puede una burbuja hundir un barco?), publicado en el American Journal of Physics.
Por medio de sencillos experimentos y simulaciones matemáticas, los investigadores mostraban cómo una gran burbuja de gas que explotaba en la superficie era capaz de arrastrar al fondo de una bañera un barco de juguete [desde este enlace descargar un artículo en pdf dedicado a la hipótesis Monaghan-May].
Esta hipótesis es interesante porque puede explicar el hundimiento de embarcaciones en buenas condiciones meteorológicas. Pero, ¿qué tan buena es como hipótesis explicativa para los casos informados en el llamado triángulo de las Bermudas ?
Determinado el mecanismo de estos escapes submarinos y establecida la fuerza con que las burbujas ascienden, que según el estudio Monaghan y May es capaz de derribar barcos, ¿esto es causa necesaria de las "desapariciones misteriosas"? No, pues los autores no sólo no han intentado correlacionar su hipótesis con la casuística informada en Bahamas o en el Mar de los Sargazos; de hecho, ni siquiera mencionan la zona.
Hay otros motivos para pensar que esta explicación no es la más convincente ni la que reduce la mayoría de incidentes que dan forma al misterio, famoso gracias a Charles Berlitz (1914—2003), autor de "El triángulo de las Bermudas" (1974).
La propuesta de Monaghan y May es, evidentemente, una hipótesis científica (está basada en experimentos y observaciones, se puede poner a prueba, es predictiva, etc.).
Esto marca una diferencia notable respecto de las especulaciones populares, gran parte de las cuales no superan el estatus de habladurías, como el efecto "niebla eléctrica", la correlación con el avistamiento de platillos voladores, el apetito de monstruos submarinos, la posible existencia de "partículas antigravitacionales" o, la favorita de Berlitz, según la cual en el fondo del Mar de los Sargazos existiría un cañón láser que se activa de vez en cuando.
El intento más serio por comprender al misterio es mérito del piloto y bibliotecario de la Universidad de Arizona, Lawrence David Kusche, autor de "El misterio del triángulo de las Bermudas, solucionado" (1975).
En su libro cuenta que ya recibió una clara impresión de lo que se iba a encontrar cuando ordenó las noticias de desapariciones en el área y comenzó a verificar la exactitud de la información.
Su minucioso examen de la evidencia fue un cementerio de las conjeturas formuladas hasta ahora: la inmensa mayoría de las noticias se basaban en acontecimientos cuyas fechas y lugares estaban equivocados, los sucesos habían sido desfigurados o embellecidos a piacere y otros nunca habían sucedido.
Tal el caso del marinero solitario Bill Verity, a quien daban por desaparecido en 1969. Kusche lo llamó y atendió Verity, quien ni siquiera había oído hablar del mito.
Kusche hizo lo que nadie hasta entonces: tomar el tema en serio. Examinó los archivos de las compañías de seguro, pidió informes a la Guardia Costera, estudió los reportes del servicio meteorológico, revisó recortes de prensa e investigaciones oficiales y entrevistó a testigos.
No comenzó por el libro de Charles Berlitz sino que fue a las fuentes, es decir, consultó las notas periodísticas y los libros que el nieto fundador de las Academias de Idiomas Berlitz había refritado.
Por ejemplo, el artículo que bautizó el tema, escrito por Vincent Gaddis en la revista Argosy (1964), el libro "Limbo of the Lost" (1969) de John Wallace Spencer y "The Devil's Triangle" (1974) de Richard Winer.
"La leyenda del triángulo de las Bermudas —escribió Kusche— empezó a causa de una investigación descuidada y fue elaborada y perpetuada por escritores que, consciente o inconscientemente, se sirvieron de errores, razonamientos incorrectos o simple sensacionalismo.
Y tantas veces se repitió el relato que éste empezó a ser envuelto por un aura de verdad". El libro de Berlitz, graduado en la Universidad de Yale, elevó todos estos vicios a la enésima potencia.
"No existe ninguna teoría que resuelva el misterio. Este es un misterio manufacturado", concluía el estudioso norteamericano.
Berlitz escribió "El triángulo de las Bermudas" en un momento óptimo: a comienzos de 1970, el suizo Erich von Däniken había calentado el ambiente con su saga sobre los astronautas extraterrestres que visitaron a la Tierra en la antigüedad, empezando por "Recuerdos del Futuro" (1970) y siguiendo por "¿Carrozas de los dioses?"(1973).
La voracidad del público por estos temas había sido testeada, y estaba claro que los índices de ventas se disparaban en la afirmación categórica del misterio.
Berlitz ya había probado suerte con un libro sobre la Atlántida, con malos resultados. "El triángulo de las Bermudas" podía tener un platillo volador en la tapa.
Era un símbolo de la época, le tenía que ir mejor. Se calcula que vendió cerca de 20 millones de ejemplares.
Kusche dice que Berlitz fabuló desapariciones de barcos, quiso hacer creer a sus lectores en misterios que no existieron y llegó a estirar el perímetro del triángulo para sumar material a la causa.
"Si Berlitz informa que un barco es rojo, las posibilidades de que fuera de otro color constituirían casi una certeza Dice cosas que simplemente no son ciertas.
Deja de lado todo lo que contradiga su 'misterio'", escribió Kusche en su obra, de la cual hay una versión en castellano publicada por Editorial Sagitario en 1977, que quizá pasó inadvertida porque por entonces salía a la calle "Sin rastro", la segunda obra de Berlitz sobre el tema.
Kusche no fue el único en pulverizar el trabajo del escritor calvo con bigotes de chef. El ilusionista experto en fraudes James Randi tomó un mapa y clavó un banderín en cada punto donde había una desaparición confirmada.
Descubrió que de todos los casos citados por Berlitz sólo cuatro caían dentro del triángulo. Los otros se localizaban en el Océano Atlántico o en el Golfo de México.
Para dar una idea del amplio impacto mundial que alcanzó el mito, Randi definió a las virtudes del escritor con una frase aplastante: "fue capaz de afirmar sus falsedades en treinta idiomas".
La sinuosa ética de Berlitz también fue cuestionada por Kusche. No solo por haber hallado en sus libros un número exagerado de falacias, errores y tergiversaciones, sino por sus devaneos explicativos, uno más descabellado que el otro.
"Ante la falta de una explicación lógica y aceptable" (para las desapariciones), proponía que los ovnis han estado "secuestrando aviones y barcos durante varias generaciones" o que todo se debe a una "antigua, e incluso actual, actividad atlante en la zona", una idea que ni siquiera es suya sino del vidente Edgar Cayce (1877—1945), quien "vio" cerca de las Bahamas una especie de cristal energético, el cual "había sido parte de la civilización de la Atlántida".
Entre los casos que caben en la bolsa de misterios está el caso Mary Celeste, nombre del bergantín que iba sin tripulación por el Océano Atlántico, entre las Azores y Portugal, es decir, bien lejos de la zona reclamada para el triángulo.
Nunca se supo por qué el barco fue abandonado, lo cual es —para muchos— suficiente para descartar las explicaciones simples (ataque pirata, enfermedad, locura o crimen, que la compañía de seguros lo pague, etc) y sospechar motivos truculentos (abducción, posesión diabólica y otras más fantasiosas).
La historia más emblemática, sin duda, es la que ocurrió el 5 de diciembre de 1945 cerca de la península de Florida, cuando la aviación naval perdió el rastro de cinco torpederos estadounidenses —el llamado Vuelo 19— y un hidroavión Martin Mariner, que salió en su búsqueda.
La idea de que los ovnis pudieron haber tenido algo que ver con la desaparición de los aviones data de los años 50 —figuró en la literatura platillista antes que en la del triángulo— pero esa relación se afianzó en la cultura popular cuando Steven Spielberg decidió hacer comenzar su película "Encuentros cercanos del tercer tipo" (1977) con la escena del profesor Lacombe, el ufólogo francés, examinando los impecables TBM Avenger del Vuelo 19 en pleno desierto de Sonora (hay que esperar al final de la película para saber qué sucedió con los 27 tripulantes de los aviones militares).
¿Qué pasó con aquel vuelo? "No somos capaces de hacer siquiera una buena suposición de lo que sucedió", rezaba el comunicado de la Junta de Investigación de la Marina.
Alguien llegó a afirmar que el investigador capaz de responder a este misterio iba a tener como recompensa el premio mayor: todo el misterio del triángulo, ya que la fama de la desaparición del Vuelo 19 supera con creces cualquiera de los otros casos que integran el mito.
En mayo de 1991, Robert Cervoni, director de la firma Scientific Search Project, anunció haber hallado los restos de cinco TBM Avenger a pocos kilómetros de la costa de Fort Lauderdale.
¿El fin del enigma? No, se trataba de otra patrulla. "El misterio se duplica", titularon algunos medios, cuando el hallazgo constituía una prueba de que los accidentes en la zona eran más comunes de lo que se creyó luego.
Kusche analizó el informe oficial, que constaba de más de 400 páginas y concluyó, con un rango de probabilidad próximo a la certeza, que la escuadrilla que había partido a las 14.10 de la base aeronaval de Fort Lauderdale, en Florida, cayó en el mar porque se había quedado sin combustible.
Charles Taylor, comandante del vuelo, perdió la orientación y luego el control de la formación, que iba sin otro instrumental que brújulas, ya que el propio teniente Taylor pudo no haber llevado su reloj pulsera.
Aquella tarde las condiciones climáticas eran malas, con vientos fuertes y un mar alborotado, lo cual explicaría por qué tampoco pudo funcionar un amerizaje de emergencia.
El misterio añadido fue la "desaparición" del avión de rescate, pero a 23 minutos del despegue un grupo de militares pudieron ver al avión incendiarse en el aire y caer al agua, a media hora de la base.
Entre los pilotos, el Martin Mariner solía tener una fama negra. Le llamaban tanque de nafta volante.
Con los años, el manoseado misterio de las Bermudas siguió el destino del abominable hombre de las nieves, las lluvias de ranas, el Poltergeist o las crónicas salvajes de platillos voladores: caer en manos de periodistas convencidos de que todos estos temas son "poco relevantes" para merecer un tratamiento responsable.
Acto seguido, su actitud es publicar cualquier cosa que llame la atención, cuando no dejarse llevar por el impulso de aprovechar el caso para hacer literatura fantástica.
El uso inteligente de las nuevas tecnologías minimiza la proliferación de engaños entre quienes desean acercarse a la verdad, la cual a menudo está a tiro del Google —sólo basta saber buscar—.
¿Vale la pena temer volar sobre el triángulo? Las compañías de seguros (como la londinense Lloyd's)nunca consideraron a la zona más peligrosa que otras.
Por lo demás, la popularidad del misterio declinó drásticamente, no solo por la merma de desapariciones misteriosas. Ayudó también la perspectiva.
El intríngulis, reducido a una cantidad mínima de tragedias aéreas o marinas, perdió peso por contraste con la realidad: devenida esa zona del Atlántico una de las que tiene mayor tránsito marítimo y aéreo del globo, comenzó a ser cada vez más significativo no sólo que el enigma dejara de crecer, sino que prácticamente comenzó a desaparecer de la agenda de los medios.
Eso no era lo que debía suceder si estábamos ante un enigma real.
Agencias/SimaCaribe 08 jun 2011