¿Por qué en los años 80 se detectó un brusco descenso de la población de merluza en Baleares? En principio, la explicación es la sobrepesca. Pero ante lo obvio de la respuesta cabe preguntarse ¿fue la única causa? Durante mucho tiempo, y de una forma bastante simplista, se ha atribuido únicamente a este factor la tendencia a la baja de una especie mientras que se han dejado de lado como secundarios otros factores que, según los resultados de las últimas investigaciones, quizás no lo sean tanto. Y es que el clima, junto con la sobreexplotación, puede ejercer sobre las poblaciones un efecto sinérgico, o lo que es lo mismo, un efecto muy superior a la suma de ambos por separado.
Un grupo de científicos del Centro Oceanográfico de Baleares del Instituto Español de Oceanografía (IEO), en colaboración con la Universidad de Oslo y el Instituto de Ciencias Marinas de Leibniz, ha demostrado que los efectos de la pesca y el clima sobre las poblaciones de peces no son independientes y que, por tanto, no pueden estudiarse por separado, como se ha venido haciendo hasta ahora.
El trabajo titulado Synergistic effects of fishing-induced demographic changes and climate variation on fish population dynamics (Los efectos sinérgicos de los cambios demográficos inducidos por la pesca y las variaciones climáticas sobre la dinámica de poblaciones de peces), publicado recientemente en la prestigiosa revista Marine Ecology Progress Series, demuestra que el efecto de la variación del clima sobre las poblaciones de peces del Mediterráneo depende de su estructura demográfica, pudiendo la pesca incrementar su sensibilidad ante estas variaciones.
«Este artículo, –explica Enric Massutí, director del Centro Oceanográfico de Baleares y uno de los autores de este trabajo–, es el resultado de diferentes proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación que comenzaron en el 2003 y que continuarán hasta el 2012, y en los que han colaborado el Instituto Español de Oceanografía (IEO), la Universitat de les Illes Balears (UIB) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El objetivo principal de estos proyectos ha sido investigar de qué forma el medio ambiente influye en los recursos demersales (especies en contacto con el fondo marino), como es el caso de la merluza y la gamba, y en los ecosistemas de profundidad».
«Cuando la población de una especie está bien equilibrada, continúa Massutí, la influencia medioambiental es mínima. Por el contrario, en especies sobreexplotadas la pesca modifica o cambia la estructura demográfica porque elimina los individuos de mayor talla y edad, empujando a la población a que se sustente progresivamente en los individuos más jóvenes, lo que se conoce como truncado demográfico. En esta situación, aumenta la dependencia del reclutamiento (incorporación anual de juveniles procedentes de la puesta), un proceso muy sensible a las variaciones del clima».
«Las poblaciones disponen de muchos mecanismos, comenta Manuel Hidalgo, investigador de la Universidad de Oslo y coautor de este trabajo, pero cuando se rompe el equilibrio pierden la capacidad natural de depender de su propia dinámica y se vuelven vulnerables a los cambios ambientales. Este hecho explica el brusco descenso que experimentó la merluza en los años 80 en Baleares.
Anteriormente a estas fechas, cuando la población no se encontraba sobreexplotada, los resultados obtenidos demostraban que las oscilaciones en la abundancia eran totalmente independientes de las variaciones medioambientales». Para poder realizar este estudio se requieren series históricas de datos y Baleares posee series de datos de la población de merluza que se remontan a los años 40, de las más prolongadas que existen en el Mediterráneo, y que incluyen información periódica sobre las capturas y el esfuerzo pesquero recopilada en diferentes proyectos de investigación desarrollados en el Centro Oceanográfico de Baleares con la colaboración de los pescadores. «Todos estos datos, añade Massutí, son los que nos han permitido poder abordar este estudio que podría extrapolarse a otras especies con la misma estrategia vital».
El descenso brusco de los años 80, según este investigador, les llevó a pensar que se trataba de una combinación de diferentes factores, como podía ser el aumento de la temperatura y el cambio de régimen de vientos, circunstancias que afectan la forma en que se mezcla la columna de agua, lo que a su vez repercute en el fitoplancton y por extensión en las redes tróficas. Este hecho pudo condicionar los primeros meses de vida de las merluzas afectando a la supervivencia de los alevines. Si la estructura demográfica de una especie es buena, el medio ambiente no es tan determinante, pero si está truncada se convierte en una pieza clave.
Los efectos sinérgicos de la pesca, el clima y la dinámica interna de las fluctuaciones de la población son poco conocidos debido a la complejidad de estas interacciones. En este trabajo se combinan análisis de series de tiempo y simulaciones para investigar la dinámica a largo plazo de una población sobreexplotada en el Mar Mediterráneo, y su relación con ambos. Los resultados de este estudio son importantes para el futuro de la gestión de los recursos marinos, porque sólo en las poblaciones con una estructura demográfica sana se puede predecir su evolución con una relativa fiabilidad que permita promover medidas de gestión adecuadas y no llegar a una situación en la que se comprometa la sostenibilidad del recurso.
«Pero, además, destaca Massutí, no trabajamos sólo con especies concretas, sino con los ecosistemas en donde habitan. Se trata de un enfoque global que tiene en cuenta muchos factores como pueden ser sus posibles presas y también sus competidores. No sólo estudiamos el fondo, sino también la columna de agua, clave para conocer lo que sucede en el fondo".
La sobrepesca tiene más efectos negativos sobre los ecosistemas de lo que a primera vista pudiera parecer, y van más allá del impacto directo que experimentan las especies capturadas, ya que un descenso drástico del número de ejemplares de una especie puede inducir a otra a ocupar el nicho ecológico dejado por ella, creando un obstáculo casi insalvable para que en el futuro pueda regenerarse.
Agencias/SimaCaribe 03 jun 2011