martes, 7 de junio de 2011

Las medusas se crecen ante el cambio global

Ignacio Franco Navarro, investigador del Centro Oceanográfico de Murcia (sureste de España), explica que la proliferación de estos organismos gelatinosos es “un síntoma de los problemas ambientales como el aumento de filoplancton, asociado a fenómenos de sobrepesca, modificación de hábitats, introducción de especies invasoras y al cambio climático, siendo por tanto un reflejo más del cambio global”.

Para Dacha Atienza, investigadora del Instituto Ciencias del Mar de Barcelona, (CSIC), “cuando extraemos esas poblaciones de peces, estamos retirando unos competidores directos por el alimento, por lo tanto, las medusas tienen un alimento disponible en mayor cantidad para su crecimiento, desarrollo y reproducción”.

Estos bancos de medusas generan dos tipos de perjuicios, uno a nivel humano y otro que afecta directamente al ecosistema. El más evidente es el que afecta en todas las zonas costeras que en épocas estivales cuentan con una gran presencia de turistas.


Desde hace años las medusas se apoderan en mayor número de las costas, adonde llegan arrastradas por las corrientes. Varadas en las playas o sorprendiendo al bañista bajo el agua, el roce de sus tentáculos con la piel produce, en el ser humano, una dolorosa urticaria, en el mejor de los casos, pues las hay en algunos lugares donde el veneno que expelen puede llegar a ser hasta mortífero.
ESPECIES INVASORAS QUE TRANSFORMAN EL ECOSISTEMA.

En el estudio de estos celentéreos cnidarios y ctenóforos (como se les denomina científicamente) se han producido nuevas realidades entre sus especies y ecosistemas como son el aumento y la aparición de algunas de ellas en lugares donde antes no habitaban, lo que está causando importantes cambios en la biodiversidad de la zona.

En 1980 se produce un desastre ecológico en el Mar Negro provocado por la introducción del ctenóforo Mnemiopsis Leidyi, procedente de Norteamérica y llevado hasta esas aguas por los barcos de Estados Unidos. La invasión de esta medusa tuvo como consecuencia que se redujera en gran medida el plancton necesario para la alimentación de otras especies.

Ignacio Franco Navarro, investigador del Centro Oceanográfico de Murcia (sureste de España), explica que a partir de este desastre se comenzó a considerar la proliferación de estos organismos gelatinosos como “un síntoma de los problemas ambientales como la eutrofización (incremento de sustancias nutritivas que provoca un exceso de fitoplancton), asociada a fenómenos de sobrepesca, modificación de hábitats, introducción de especies invasoras y al cambio climático, siendo por tanto un reflejo más del cambio global”.

Según Ignacio Franco “a partir de los años 80, es un proceso que ha ido poco a poco a más. Al principio comenzó siendo un problema localizado en mares y/o zonas cerradas (mar Adriático, mar Egeo, fiordos, Mar Menor, etc). En la actualidad ya es un problema que ha alcanzado la totalidad del Mediterráneo".

Para el biólogo, “son varias las hipótesis que pueden explicar este fenómeno, y en realidad son varias las que actúan conjuntamente. Ante un aumento generalizado de la contaminación orgánica y la eutrofización que hace que se dispare la producción primaria, aparecen los organismos mejor adaptados para explotar este recurso”.

“A esto, sin lugar a dudas, debemos añadir el descenso por sobrepesca de las especies planctófagas que competían con las medusas por el alimento. El resultado es un incremento masivo de estos organismos gelatinosos”, concluye.
MENOS PECES, MÁS MEDUSAS.

Para Dacha Atienza, investigadora del Instituto Ciencias del Mar de Barcelona, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “las causas de la proliferación de medusas están siendo debatidas por los investigadores. Pero hay algo en lo que sí estamos de acuerdo, que la sobreexplotación de la pesca es una de las causas y la más importante que está provocando los bancos de medusas o su proliferación en la mayor parte de los lugares donde este incremento se encuentra bien documentado o hay pruebas científicas de que está ocurriendo”.

La generación de desperdicios provocada por actividades humanas contamina las aguas y elevan su nivel de nutrientes (eutrofización). Dacha Atienza subraya que “la contaminación ha sido propuesta como una de las causas de una mayor presencia de medusas, pero ésta no es una regla que se cumpla siempre. Por ello se puede decir que la sobreexplotación pesquera es la causa más importante en los lugares donde se ha podido comprobar que se está generando este incremento”.

Entre las poblaciones marinas, la cadena trófica incluye especies competidoras y depredadoras, como en el resto de los ecosistemas. Peces como las sardinas o las anchoas se convierten en competidoras, puesto que se alimentan del plancton, dieta básica de las medusas.

“Cuando extraemos esas poblaciones de peces, estamos retirando unos competidores directos por el alimento, por lo tanto, las medusas tienen un alimento disponible en mayor cantidad para su crecimiento, desarrollo y reproducción”, apunta Atienza.

Entre los depredadores de las medusas, el atún o el bacalao también son peces sobre los que se está produciendo la sobreexplotación.

Para la investigadora, “se produce entonces una doble consecuencia, la eliminación de los peces competidores por el alimento y los depredadores de los sistemas naturales. Si se eliminan a la vez competidores y depredadores quedan ecosistemas vacíos para las medusas, que tienen unas tasas de reproducción, unas posibilidades de crecimiento y de reacción a estos cambios en el ecosistema bastante rápidos”.
DONDE MÁS AFECTAN.

Estos bancos de medusas generan dos tipos de perjuicios, uno a nivel humano y otro que afecta directamente al ecosistema. El más evidente es el que afecta en todas las zonas costeras que en épocas estivales cuentan con una gran presencia de turistas.

Por ello, como indica Dacha Atienza, “las administraciones locales tienen que estar preparadas para informar a la gente sobre lo que tiene que hacer en caso de encontrarse con una medusa o de haber sido herido por ella. Hay zonas del mundo donde se pueden considerar mortales, como en Australia, y donde existen recomendaciones e indicaciones muy claras”.

Entre otras actividades humanas que se ven afectadas por este incremento se encuentra el de la pesca. “Sacar una red de pesca llena de medusas implica que pueden introducir su veneno al pescado y la calidad del pez dejar de ser la adecuada, por tanto también tiene un efecto sobre la actividad pesquera”, subraya la investigadora.

Para Dacha Atienza, “otro de los efectos sobre las actividades humanas es el que se provoca en las termoeléctricas o en los casos de centrales de producción de energía que, muchas veces, se encuentran ubicadas en la costa, porque utilizan el agua del mar para su refrigeración. Si ese lugar está plagado de medusas se colapsa y resulta un grave problema para el proceso de producción”.

A veces, también estas colonias resultan un problema en las granjas de acuicultura. “En el año 2008 hubo un caso muy sonado en una granja acuícola de salmón en Irlanda donde se introdujo un banco importante de medusas lila (Pelagia Noctiluca), que acabó con la producción porque la zona branquial de estos peces es bastante sensible y, por lo tanto, murieron. Este hecho provocó más de dos millones de euros (2.840.000 dólares) de pérdidas”, apunta Atienza.

“A nivel de ecosistema, la pérdida de biodiversidad, ante una menor presencia de cantidades de especies, genera sistemas monopolizados y dominados por medusas. Esta situación cambia todo el funcionamiento de circulación de carbono y de las redes alimenticias del ecosistema y, por lo tanto, el sistema se ve afectado en su totalidad”, concluye Dacha Atienza, investigadora del Instituto Ciencias del Mar de Barcelona.



Agencias/SimaCaribe 07 jun 2011