martes, 7 de junio de 2011

Malaspina, del laboratorio a las profundidades del océano

Carlos Duarte, coordinador del proyecto científico Maspina, en la exposición de CaixaForum | P.V.




Antes del comienzo de la expedición Malaspina 2010 la curiosidad de los hispanos por la figura del navegante Alejandro Malaspina era más bien escasa. Pocos sabían que este oficial de la armada de Carlos III realizó, entre 1788 y 1794, uno de los viajes científicos más importantes de la era ilustrada. Y mientras en Alaska existe un glaciar y en Canadá un centro de investigación que lleva su nombre, las búsquedas del término ‘Malaspina’ en Español ocupaban hasta ahora el tercer lugar en google, equiparadas casi en número a las realizadas en Chino Mandarín.


Tras esta nueva expedición de circunvalación, liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el nombre de Malaspina ha subido en el ranking de Internet y la extraordinaria travesía de las corbetas Atrevida y Descubierta se une en los buscadores con la de los buques Hespérides y Sarmiento de Gamboa. Pero las semejanzas entre ambas campañas van mucho más allá del nombre; si en la del siglo XVIII la tripulación estaba formada, además de militares, por cartógrafos, astrónomos, naturalistas o botánicos; en la actual, el equipo de investigadores también es multidisciplinar, ya que en ella participan oceanógrafos, químicos, físicos, biólogos, geólogos, ingenieros, informáticos y gran número de expertos en las más diversas disciplinas.
La ‘travesía original’ levantó mapas, elaboró catálogos de flora y minerales y realizó numerosas investigaciones científicas, acumulando una cantidad ingente de material. Esta Malaspina (2010-2011), que tiene como principales objetivos estudiar el cambio global y la biodiversidad en el océano, también dejará su herencia en forma de un banco de muestras.
Los investigadores de próximas generaciones podrán acceder no sólo a un legado de muestras ‘materiales’ sino también ‘inmateriales’ –en forma de datos informáticos– que registran, entre otras circunstancias, el lugar, día o temperatura en que fueron tomadas. Esta especie de cápsula del tiempo viajará sellada hasta el 2040. Dentro de 30 años, los científicos dispondrán de un material de primera mano que sin duda les ayudará a resolver muchas de las preguntas que se planteen el futuro.
Los datos globales generados por esta expedición permitirán la comparación con estudios futuros de forma que se puedan detectar con mayor precisión posibles cambios en el funcionamiento de los ecosistemas marinos.
El pasado jueves, en el CaixaForum de Palma, se celebró la jornada La Expedición Malaspina 2010 y les Ciencias Marinas en España en la que, entre otros, estuvieron presentes Carlos Duarte, coordinador del proyecto científico y miembro del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), el profesor de la Universidad de Cádiz Fidel Echeverría, la investigadora del IMEDEA Susana Agustí o el experto del Instituto Español de Oceanografía (IEO) José Luis López-Jurado.
«España cuenta con científicos de gran calidad individual, pero quizás su mayor problema es la atomización, –explicó Duarte durante la presentación–, los grupos de investigación están formados por dos o tres personas que, generalmente no se relacionan con otras que persiguen objetivos similares a los suyos. Queremos crear una nueva cultura de cooperación científica que tenga una visión global, además de fomentar vocaciones. Y esta fragmentación que ha existido hasta ahora nos resta masa crítica, capacidad de liderazgo, impidiéndonos aprovechar lo suficiente plataformas de investigación, como son los buques oceanográficos».
«Al contrario de lo que ha venido sucediendo hasta ahora, continúa Duarte, en que generalmente a los investigadores españoles se nos llamaba a colaborar en iniciativas dirigidas por otros, en ésta somos nosotros los que lideramos el proyecto e instituciones científicas de todo el mundo, como la NASA, nos vienen detrás».
El investigador también comentó que una de las críticas que habían recibido fue la de si era oportuno emprender un proyecto de esa envergadura en tiempo de crisis. Y tras desglosar, punto por punto, cifras y aportaciones dejó claro que usando de forma eficiente, como lo estaban haciendo, los buques oceanográficos, con está campaña los científicos participantes se estaban gastando menos del 40% de lo que emplearían en un año normal.
Duarte habló también de la oportunidad del momento para llevarla a cabo. Y destacó que además de coincidir con dos hitos importantes, como que el 2010 fuera el Año Internacional de la Biodiversidad y el 200 aniversario de la muerte de Alejandro Malaspina, se daban otra serie de circunstancias como eran los extraordinarios avances de la metagenómica, que permitían realizar análisis utilizando técnicas de secuenciación masiva del ADN. Los océanos representan el 70% de la superficie de la biosfera, contienen una rica variedad de organismos y apenas sabemos nada de ellos. Por lo que entre los objetivos de esta campaña está evaluar el impacto del cambio global en el océano y estudiar, mediante técnicas genómicas, la biodiversidad del océano profundo.
Durante la jornada, se exhibió una exposición sobre la expedición histórica y la moderna, cuya fase de trabajo de campo concluirá el mes próximo en Cartagena.

Agencias/SimaCaribe 07 jun 2011