Marina Castaño dice que de entrada parecen dos conceptos ajenos, pero para los promotores de esta idea –una pareja de noruegos amantes de la naturaleza y el amor libre–, es una especie de activismo. La proclama es «salvar el planeta es sexy, ¿por qué no excitarse por una buena causa?» Parece ser que el objetivo es «liberar las mentes, estar más en contacto con la naturaleza, con uno mismo y con el planeta», y se recauda dinero colgando en la web de la organización –que cuenta ya con más de 1.300 activistas–, fotos y videos de sexo puro practicado al aire libre. Los internautas pagan por ver estos contenidos y desde el inicio de esta idea se han recaudado 345.000 dólares, que se han invertido en ayudar a comunidades en Ecuador, Brasil, Costa Rica y Eslovaquia en proyectos de reforestación.
Sin embargo, la mayor parte de grupos ecologistas rechazan esta iniciativa, ya que en un principio se pensó que era «un movimiento espiritual, con principios ancestrales, que reivindicaban el sexo y el amor libre, pero luego concluyeron que era porno ordinario», según expresó el presidente de «Arbofilia», procurando «no aceptar dinero de negocios o empresas que tienen que ver con la industria de armas y material de guerra, el alcohol, el tabaco, la pornografía y la explotación de combustibles fósiles», ya que comprometen su imagen.
Y es que el «porno ecológico» crea controversia, ya que miembros de comunidades indígenas ecuatorianas expresan que esta organización ha jugado un papel decisivo a la hora de implementar un programa que les permitió iniciar un proyecto de reforestación.
Un plan con una filosofía cuando menos heterodoxa para fines nobles, en el que se emplean unos medios bastante discutibles.
Agencias/SimaCaribe 26 jun 2011