Marcela Bonilla, directora de Desarrollo Sostenible del Ministerio de Ambiente, encabezó hoy la clausura de un proyecto que durante cuatro años trabajó para inculcar en agricultores colombianos, costarricenses y nicaragüenses la realización de prácticas que evitan el escurrimiento de plaguicidas al mar Caribe.
Los resultados de este proyecto son muy importantes ante las alarmas que encendió un informe preparado por 22 expertos internacionales y dado a conocer en la Asamblea General de la ONU en Nueva York el 21 de junio, según el cual, los océanos del mundo corren el riesgo de entrar en una fase de extinción de especies marinas sin precedentes en la historia de la humanidad.
El proyecto conocido como GEF-REPCar, reduciendo el escurrimiento de plaguicidas al Mar Caribe, fue financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial GEF y coordinado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, Unidad de Coordinación Regional para el Caribe y Secretaría para el Convenio de Cartagena para la protección y el desarrollo del medio marino del Gran Caribe, el cual dio inició a partir del año 2006.
Gracias a este proyecto se capacitaron unas 8000 personas en los tres países donde se les enseñó que a través de Buenas Prácticas Agrícolas para el control de plagas y enfermedades en sus cultivos, es posible ahorrar, evitar enfermedades y no permitir que residuos de plaguicidas terminen en el lecho marino, acabando con la variada y rica vida que allí subsiste.
A través de REPCar, y gracias a una serie de alianzas entre los ministerios de Ambiente, Agricultura, Salud, academia, sector privado, asociaciones de agricultores y algunas ONG, se llevaron a la práctica una serie de avances tecnológicos para el control de plagas de los cultivos que ya estaban investigados pero aun sin aceptación por los productores agrícolas. En Colombia se enfocó el esfuerzo en los cultivos de banano y plátano; en Costa Rica en banano y piña y en Nicaragua en palma africana y frijol.
Antes que se ejecutara el proyecto en las fincas demostrativas, se realizaban aplicaciones de productos químicos, frecuentemente sin un buen análisis previo de las condiciones del cultivo y de otras alternativas de control de plagas. Luego, a través de la intervención educativa realizada y la adecuada adopción de las BPA se logró una disminución alrededor de un 20% en la cantidad de plaguicidas aplicados en los cultivos de banano y plátano, lo que permite una disminución en los costos y una mejora de la calidad de vida de los productores y sus familias.
El proyecto también estableció una línea base sobre la presencia de residuos de plaguicidas en nuestros ambientes costeros y marinos.
"Afortunadamente los hallazgos no son motivo de alarma, pero se detectaron puntos que requieren más acción con el fin de preservar nuestros recursos costeros. Por esta razón los países se preparan desde ya para un nuevo proyecto GEF para mejorar el manejo de agroquímicos", dijo Alexandre Cooman, Coordinador Regional de PNUMA para este proyecto.
Recordemos que los ecosistemas costeros no solo son el mayor atractivo del Caribe, sino también pilar del desarrollo para las comunidades. Según el WRI (2005), el valor en el año 2000 de los bienes y servicios derivados de los arrecifes coralinos del Caribe por pesca, turismo y recreación, y protección costera contra eventos climáticos extremos, era entre US$ 3.1 y 4.6 ml millones. Según el mismo informe, la degradación potencial de este recurso puede causar pérdidas anuales de US$ 350 a 870 millones.
Agencias/SimaCaribe 3 jul 2011
Agencias/SimaCaribe 3 jul 2011