La Tortuga Cardón (Dermochelys coriacea) es la tortuga más grande del mundo. Puede alcanzar los dos metros al llegar a la adultez y 600 kg de peso.
El caparazón es de color oscuro, tiene siete quillas en la parte superior y está cubierto por piel en lugar de los escudos o placas que se ven en la mayoría de las otras tortugas. Tiene un cuello corto no retráctil. Las extremidades tienen forma de aletas, carentes de pezuñas.
Estos animales viven más de cien años y anidan en las playas del oriente de nuestro país, más específicamente en la Península de Paria, en el estado Sucre y en la línea costera nororiental de la Isla de Margarita.
En su proceso de reproducción (de abril hasta finales de septiembre) pueden depositar, en una recámara que excavan en la arena, hasta 150 huevos, de los cuales 7 de cada diez son fértiles. A pesar de que la Cardón se reproduce muy activamente y en mucha cantidad, los tortuguillos, que nacen después de dos meses de incubación son extremadamente vulnerables a los depredadores (aves, peces, cangrejos, perros y hasta el ser humano) que los devoran a la menor oportunidad, ocasionando que solo el 1% de la población sobrevive hasta la edad adulta, cifra que obliga a tomar medidas para proteger a la especie.
A esa tarea de resguardo se ha dedicado un grupo llamado Tortugas en Resistencia, de más de tres años de creado, que bajo el permiso del Ministerio Popular para el Ambiente, cuida a los ejemplares que llegan a Playa Parguito. Luis Bermúdez, Vicente Reus y Miguel Carías lideran esta iniciativa comunitaria conformada por personas que habitan los alrededores de la playa y sólo piden a cambio conciencia y respeto al ambiente.
Todos los días hacen rondas por la arena y son pocas las horas de descanso que se toman, pues están en constante monitoreo de las tortugas que llegan lastimadas, las que vienen a desovar y de los depredadores.
La tarea no es sencilla, se deben marcar los nidos y medir a los individuos, actividades que en ocasiones no cuentan con los instrumentos adecuados (termómetro, cinta métrica, linterna de luz blanca, entre otros). Un apoyo invaluable ha sido el de un grupo de estudiantes de Biología Marina de la Universidad de Oriente, conformado por Sandra Sánchez, Gianco Angelozzi, Pedro Medina, Víctor González y Gerardo Pérez, jóvenes que se han sumado a cuidar a estos hermosos animales que están en peligro critico de extinción y a quienes el emprendedor Miguel Carias decidió llamar guerreros universales, describiéndolos como “jóvenes luchadores que están dispuestos a salvar y proteger no sólo a la especie sino al ecosistema entero”.
Con recursos aportados por los participantes, se ha logrado crear un vivero de incubación, en el cual se imparten charlas a grupos que lleguen con la curiosidad de saber más y desde el cual se hace la liberación de los tortuguillos. El proceso de desove Las tortugas llegan a la playa durante la noche.
Sobre el nivel de la marea y con sus aletas traseras cavan una recámara (de aproximadamente 56 cm de profundidad) donde depositan primero los huevos infértiles que amortiguan a los fértiles que vienen después. Son en total un promedio de 170 huevos que luego la madre tapa llenando la cavidad de arena de nuevo.
Ella camina encima de la récamara para disimular o camuflajear el nido de los depredadores. Hay que esperar 60 días exactos para ver aflorar a los tortuguillos. Otra de las maravillas de esta aventura es que las tortugas instintivamente desovan en la playa donde nacieron. En este caso el centro de estudio es Parguito pero se pueden ver en Playa El Agua, El Tirano y en toda la línea nororiental de la isla. Los instrumentos necesarios El trabajo de los voluntarios requiere aportes de todo tipo, en especial de herramientas de trabajo como el termómetro, las cintas y carteles de señalización e instrumentos de medición (cinta métrica y vernier).
El termómetro se requiere para medir la temperatura de la arena donde la tortuga depositó sus huevos. De esta manera cuando se tenga que realizar un traslado, éste sólo se podrá lograr con éxito si se colocan los huevos en una recámara con la misma temperatura en otro sitio de la playa. Así se garantizan las condiciones para salvar la mayor cantidad de tortuguillos.
La cinta amarilla de precaución sirve para alertar a los bañistas y transeúntes sobre la presencia de nidos en la arena garantizando así que nadie se acerque a menos de 5 metros poniendo en peligro el gran contingente de huevos que coloca la madre. La cinta de medición se usa para tener un registro del tamaño de los ejemplares adultos que llegan a la playa a fines de estudio y control. El vernier resulta ser un instrumentos más exacto que la cinta métrica para medir a los tortuguillos (con fines de investigación también).
La linterna de luz blanca se requiere para hacer las rondas en las noches y lograr una mejor visualización cautelosa del área de desove.
Agencias/SimaCaribe 5 ago 2011