Su arquitectura –amplios techos de policarbonato transparente, bancas de madera y barandas del mismo material- se conjuga con el mar turquesa que completa una cálida acuarela.
La calle principal, que corre junto al puerto, es una gran vitrina de boutiques de joyas y ropa de marca, restaurantes -que ofrecen mariscos y platos de otros países, como Italia-, decenas de tiendas de artesanías que venden figuras de cerámica de la diversa fauna de las islas: piqueros de patas azules, tortugas, pelícanos, tiburones, entre otros.
En las calles adoquinadas, aledañas a la principal, abundan los negocios: hoteles costosos y baratos, tiendas, farmacias, comedores populares, mecánicas, agencias de viajes, etc. Por el acento se reconoce la procedencia de la gente: Guayas, Pichincha, Tungurahua y Loja. Acentos mezclados con el inglés, el alemán, el italiano y de otros países.
Las calles de Santa Cruz se ven repletas de autos, en especial de los taxis blancos –flamantes camionetas de doble cabina-, un total de 200, y 800 carros en la isla, la más poblada del archipiélago.
En el bullicio portuario, la gente y los animales conviven en paz. Es común ver a un lobo marino, de piel café, durmiendo en una de las bancas ante el asombro de los turistas. O a los pelícanos lanzándose en picada a cazar peces plateados.
“Ese respeto a la maravillosa fauna de las islas ha significado años, los niños y adultos son conscientes del cuidado que deben tener con los animales y con la naturaleza”, dice Fabián Zapata, el joven presidente del Consejo de Gobierno del Régimen Especial de Galápagos, creado en el 2010, tras la fusión del Ingala y de la Prefectura.
¿La población actual del archipiélago es manejable o tal vez se fue de control? “Aún es manejable, el censo del 2010 señaló que había 22 770 habitantes, falta resolver el problema de saneamiento ambiental que ya comenzó en Santa Cruz y San Cristóbal”, responde Zapata, mirando las cifras en su ‘laptop’.
Él, un ingeniero químico que estudió en Quito, aclaró que es falsa la información de que en las islas viven 5 000 personas sin papeles. “En la Dirección Jurídica del Consejo –dice- tenemos solo 450 carpetas de personas que piden su regularización”.
Una plaza de trabajo es un requisito o no haber transgredido el número de días de estadía como turista. Si alguien se casa con isleños pudiera regularizarse.
Zapata sostiene que hay tres categorías de residentes: permanentes, temporales, turistas y transeúntes. Los primeros obtuvieron esa condición antes de la promulgación de la Ley de 1998; los segundos vienen del continente a trabajar al menos un año, con un contrato, siempre que no exista mano de obra calificada entre los residentes; los turistas pueden permanecer hasta 90 días –un período muy largo según Zapata-; y los terceros, llegan una semana o más días a reparar máquinas de barcos, instrumentos de navegación, como GPS, y a controlar sistemas i
Agencias/SimaCaribe 20 jun 2011