Ya en 1987, en el documento “Nuestro futuro Común” de la Comisión Brundtland, se establecía la definición de desarrollo sostenible como el “que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad para que las futuras generaciones puedan satisfacer sus propias necesidades”; siendo una definición que gira en torno a la sustentabilidad del crecimiento económico. Desde entonces, este concepto se ha venido cuestionando y complementando.
En la actualidad, la idea que predomina en el mundo es que los problemas del medio ambiente son problemas ligados al desarrollo y que la meta en común debe ser la de conciliar el crecimiento económico para la población en general, buscando el uso de recursos renovable, proceso que implica cambios políticos y económicos, y el manejo consciente de los recursos naturales y energéticos.
Con base en lo anterior, FUNDESA reconoce la importancia del tema ambiental como eje clave para la reducción de la pobreza en el país. Por dicha razón, manifiesta su interés en el seguimiento de aquellas variables internacionales que impactan directamente en el desarrollo del medio ambiente, identificando a la vez, posibles estrategias para mejorar las condiciones del país.
Sostenibilidad en Latinoamérica
El desarrollo sostenible busca armonizar el desarrollo económico con el uso racional de los recursos y la protección del medio ambiente. Reconoce que el crecimiento económico ha contribuido a mejorar el bienestar de la sociedad, pero que el siguiente nivel será generar economías ambientalmente sostenibles.
En ese sentido, debiéramos ser capaces de alcanzar acuerdos en la sociedad que favorezcan el desarrollo a través de los recursos disponibles, garantizando su uso racional y conservación.
Sin embargo, la evidencia muestra que en Centroamérica, Guatemala, por ejemplo, no está haciendo esfuerzos suficientes para preservar efectivamente el patrimonio con el que cuenta.
Una muestra de esta situación es el desempeño de la región en el Índice de Desempeño Ambiental, al evidenciar liderazgos como el Costa Rica y Colombia, posiciones 3 y 10 respectivamente. Sin embargo, aún quedan grandes retos para países como Honduras y Bolivia, posiciones 118 y 137 (el total de países evaluados por el índice es 163).
Por aparte, llaman la atención casos anecdóticos como el de Guatemala. Según la Organización de las Naciones Unidas, Guatemala se encuentra entre los diez países del mundo con más alto riesgo frente al cambio climático, especialmente para enfrentar tormentas, sequías, inundaciones, deslizamientos y otros fenómenos.
Está claro que la dimensión ambiental del desarrollo se debe abordar en forma integral dentro de un marco de políticas e incentivos efectivos. Sin embargo, si los retos ambientales del istmo no son atendidos y encarados en forma adecuada, estos pueden convertirse en un freno al logro de metas de crecimiento económico sustentable y competitividad, y pueden además acentuar los factores de marginalidad y pobreza.
No obstante, dentro de los grandes avances que mostró la región recientemente, y que se resaltan como medidas que los demás países debieran reproducir, se listan las siguientes:
• En la parte de salud ambiental, se ha dado un trabajo intensivo en mejorar las condiciones de calidad del agua y de mejorar en la infraestructura para saneamiento. Se ha dado un trabajo notable en el incremento en el acceso a estos servicios.
• En cuanto cuidado del ecosistema, resalta el avance significativo en la protección de la Biodiversidad y el Hábitat natural de las especies. De acuerdo a la evaluación 2010 del Índice de Desempeño Ambiental, el país contaba con casi el 10% de su territorio considerado como área exclusiva para el cuidado de biomas y un 75% de protección de “áreas cero extinción”.
Adicionalmente, tanto Naciones Unidas como la Universidad de Yale, en 2010 presentaron una serie de puntos importantes sobre los que Centroamérica debe trabajar en los próximos años:
a) Es importante contar con información sobre aquellos factores que son clave para el mejoramiento del medio ambiente. Los tomadores de decisión deben continuamente monitorear el desempeño de sus países para definir políticas oportunas y con resultados.
b) Para mejorar los planes de acción es importante contar con información actualizada. Los rezagos en la información disponible evidencian el poco interés que hay en el tema.
c) El objetivo de estas mediciones no es solamente contar con una evaluación positiva o negativa. En última instancia, más allá de los datos, lo importante es identificar estrategias claras sobre cómo proteger el ambiente.
d) El tema ambiental tiene un efecto directo en la salud de la población y en la capacidad productiva de los países, lo que hace aún más relevante el abordar el tema de forma integral.
e) El factor que más incide de forma negativa en la evaluación del índice son los niveles de contaminación del ambiente, sobre todo en aquellos países en vías de desarrollo. Esta realidad debe hacernos pensar en formas de impulsar el “crecimiento verde”.
f) La protección de los recursos naturales – bosques, agua, recursos pesqueros y recursos agrícolas – es un tema con poca regulación, a pesar de que cuenta con resultados positivos.
Por último, se considera como positivo el trabajo actual en la región que busca impulsar y promover políticas orientadas a lograr una “huella cero de carbono”, empezando por la elaboración de análisis que permitan determinar la magnitud de la misma.
Se debe impulsar una Política de Estado Verde que promueva la reducción de la huella de carbono de las industrias y la tasa de deforestación. De acuerdo a un estudio publicado por Castellanos y Guerra (2009) referente al caso de Guatemala, “en el país la deforestación y el cambio del uso del suelo contribuye de manera importante a la emisión de gases en la región, siendo Guatemala uno de los países que más contribuye en Latinoamérica.” Según el estudio, el 50% de las emisiones de dióxido de carbono se debe a la deforestación, 44% a la quema de combustibles para generar electricidad y el transporte, y 6% se debe a procesos industriales.
Herramienta de monitoreo
Los Indicadores Ambientales (UNSD Enviromental Indicators) son una herramienta desarrollada por Naciones Unidas para diseminar información a nivel mundial sobre 10 temas relacionados directamente con la conservación del medio ambiente, sumando en total 56 indicadores específicos. La información proviene de distintas fuentes, utilizando aquellos valores que se encuentren actualizados según la fuente oficial de cada país.
De acuerdo a los datos presentados por Naciones Unidas, en la Tabla 1 se presentan los resultados obtenidos por Centroamérica en algunos de los indicadores más importantes. Cada uno de los valores se ajusta a una escala de 0 a 100, siendo 100 una evaluación mayor respecto de los demás países, y 0 un valor menor en el indicador en comparación al resto de países evaluados.
Adicionalmente, a continuación resaltamos algunos párrafos relevantes sobre el impacto que cada una de estas variables tiene sobre el desarrollo, de acuerdo al Informe sobre el Desarrollo Mundial 2010 presentado por Banco Mundial: “Desarrollo y Cambio Climático”.
1. Contaminación del aire y cambio climático:
A medida que se calienta el planeta, cambian las pautas de las precipitaciones y se multiplican los episodios extremos, como sequías, inundaciones e incendios forestales. Millones de personas de las zonas costeras densamente pobladas perderán sus hogares debido a desastres. La población pobre se enfrenta con la perspectiva de pérdidas de cosechas de consecuencias trágicas, descenso de la productividad agrícola, y aumento del hambre, la malnutrición y las enfermedades.
Es improbable que el crecimiento económico por sí solo sea lo suficientemente rápido o equitativo para contrarrestar las amenazas derivadas del cambio climático, en particular si continúa el elevado nivel de intensidad del carbono y se acelera el calentamiento mundial. En consecuencia, la política climática no puede presentarse como una opción entre crecimiento y cambio climático. De hecho, las políticas climáticas inteligentes son las que propician el desarrollo, reducen la vulnerabilidad y permiten financiar la transición hacia caminos con niveles más bajos de emisión de carbono.
2. Biodiversidad natural:
Los países en desarrollo soportarán la carga principal de los efectos del cambio climático, al mismo tiempo que se esfuerzan por superar la pobreza y promover el crecimiento económico. Para estos países, el cambio climático representa la amenaza de multiplicar sus vulnerabilidades, erosionar los progresos conseguidos con tanto esfuerzo y perjudicar las perspectivas de desarrollo.
En América Latina y el Caribe los ecosistemas más importantes están amenazados. En primer lugar, se prevé la desaparición de los glaciares tropicales, lo que modificaría el calendario e intensidad del agua a disposición de varios países y provocaría estrés hídrico por falta de agua para al menos 77 millones de personas ya en el año 2020, así como una amenaza para la energía hidroeléctrica, fuente de más de la mitad de la electricidad en muchos países de la región.
En segundo lugar, el calentamiento y acidificación de los océanos darán lugar a episodios frecuentes de blanqueamiento y posible extinción progresiva de los arrecifes de coral en el Caribe, que cuentan con los criaderos de aproximadamente el 65% de todas las especies ictícolas de la cuenca, ofrecen protección natural frente a las mareas de tormenta y son un activo fundamental para el turismo.
Por último, los daños en los humedales del Golfo de México harán que esta costa sea más vulnerable a los huracanes más intensos y más frecuentes.
3. Generación de energía y explotación minera:
Al mismo tiempo, muchos países en desarrollo temen los límites que puedan imponerse a su llamamiento decisivo en favor del desarrollo de la energía o las nuevas normas que puedan impedirles atender sus muchas necesidades, desde la infraestructura hasta el espíritu empresarial.
Para hacer frente al desafío inmenso y multidimensional del cambio climático se necesita un alto grado de creatividad y cooperación. Un mundo con un “enfoque climático inteligente” es posible pero para lograrlo debemos actuar ahora, de común acuerdo y de manera diferente.
Un espectacular crecimiento de la eficiencia energética, una gestión más firme de la demanda de energía y un despliegue en gran escala de las actuales fuentes de electricidad con bajas emisiones de CO2 podrían conseguir aproximadamente la mitad de las reducciones de emisiones necesarias para llevar al mundo hacia el objetivo de los 2°C.
Por lo que se refiere a la energía renovable, la compra de electricidad a largo plazo dentro de un marco regulador que garantice el acceso abierto y equitativo a la red para los productores de electricidad independientes resulta atractiva para los inversionistas.
4. Protección de bosques y áreas Verdes:
Se estima que los países en desarrollo soportarán la mayor parte de los costos provocados por los daños: entre el 75% y el 80%. Los países en desarrollo tienen una gran dependencia de los servicios del ecosistema y del capital natural para la producción de los sectores muy vinculados con el clima.
Gran parte de su población vive en lugares físicamente expuestos y en condiciones económicamente precarias. Su capacidad financiera e institucional para la adaptación es limitada. Las autoridades de algunos países en desarrollo observan ya que una parte considerable de su presupuesto para el desarrollo tiene que desviarse para hacer frente a las emergencias de origen atmosférico.
La reducción de los riesgos de desastres – mediante los sistemas comunitarios de alerta temprana, la vigilancia del clima, una infraestructura más segura y códigos de zonificación y construcción más estrictos y mejor observados, junto con otras medidas – adquiere mayor importancia con el cambio climático, y resalta la necesidad de conservar los recursos naturales.
5. Suscripción de acuerdos internacionales:
El cambio climático es costoso, cualquiera que sea la política elegida. Reducir el gasto en mitigación significará un mayor gasto en adaptación y la aceptación de mayores daños, por lo que el costo de la acción debe compararse con el de la inacción.
No obstante, la comparación es compleja dada la considerable incertidumbre acerca de las tecnologías disponibles en el futuro, la capacidad de adaptación de las sociedades y los ecosistemas, así como por el alcance de los daños que provocará una mayor concentración de gases de efecto invernadero y las temperaturas que podrían representar umbrales más allá de los cuales se producirían impactos catastróficos.
Diversos argumentos son esgrimidos con frecuencia son que estos costos de transición son inaceptables, dada la necesidad urgente de otras inversiones más inmediatas en los países pobres, y que debería evitarse sacrificar el bienestar de las personas pobres de hoy en aras de generaciones futuras, quizá más ricas.
Esas preocupaciones están justificadas, pero también es cierto que hay argumentos económicos convincentes en favor de una intervención ambiciosa en el frente del cambio climático. Ahora bien, actuar ahora, de común acuerdo y de manera diferente son los pasos que pueden situar a nuestro alcance un mundo con un planteamiento climático inteligente.
6. Conservación de los recursos hídricos:
Unos 1.000 millones de personas carecen de agua potable, cerca de 1.600 millones carecen de electricidad y 3.000 millones carecen de servicios de saneamiento adecuados. La cuarta parte de los niños de países en desarrollo están malnutridos. Hacer frente a estas necesidades debe seguir siendo la prioridad tanto para los países en desarrollo como para las entidades que prestan ayuda para el desarrollo, en vista de que el progreso se volverá más arduo debido al cambio climático.
Las necesidades climáticas del mañana nos obligarán a construir una infraestructura que pueda resistir a las nuevas condiciones y sustentar a un número mayor de personas, utilizar los limitados recursos de tierras y aguas para suministrar alimentos suficientes y biomasa para combustible al mismo tiempo que se conservan los ecosistemas, y remodelar los sistemas mundiales de energía. Para ello se necesitarán medidas de adaptación basadas en las nuevas informaciones sobre las pautas cambiantes de las temperaturas, las precipitaciones y las especies.
7. Agricultura y uso de la tierra:
El uso de la tierra, la agricultura y la silvicultura ofrecen un considerable potencial de mitigación pero han sido temas polémicos en las negociaciones sobre el clima. La deforestación mundial neta alcanzó un promedio de 7,3 millones de hectáreas al año entre 2000 y 2005, y aproximadamente aportó cinco gigatoneladas anuales de emisiones de CO2, es decir, alrededor de una cuarta parte de la reducción de emisiones necesaria.
Sin embargo, una reducción de 0,9 gigatoneladas podría conseguirse gracias a la reforestación y a una mejor ordenación forestal en los países en desarrollo.
Las prácticas agrícolas novedosas como el cultivo sin actividades de labranza, junto con la gestión de los residuos y la utilización adecuada de fertilizantes, pueden ayudar a conservar la humedad del suelo, aumentar la infiltración del agua, incrementar el almacenamiento de carbono, reducir la escorrentía de nutrientes y elevar los rendimientos. Esta práctica se utiliza aproximadamente en el 2% de la tierra de cultivo de todo el mundo, y es probable que se vaya extendiendo.
8. Áreas marinas y zonas costeras:
El interrogante que se plantea no es simplemente cómo conseguir un desarrollo con mayor capacidad de resistencia al cambio climático, sino cómo impulsar el crecimiento y la prosperidad sin provocar un cambio climático “peligroso”.
En Latinoamérica, por ejemplo, las oportunidades de mitigación están vinculadas con una ordenación más sostenible de las tierras y los bosques, con el uso y desarrollo de la energía limpia (por ejemplo, geotérmica o hidroeléctrica) y con la creación de sistemas de transporte urbano sostenibles. Por ello, el programa de mitigación será probablemente compatible con un mayor desarrollo.
La intensificación de los esfuerzos para conservar las especies y los ecosistemas deberán compaginarse con la producción de alimentos (mediante la agricultura o la pesca). Las zonas protegidas, que constituyen ya el 12% de la superficie terrestre pero sólo una pequeña parte del sistema de océanos y de agua dulce, no puede ser la única solución para mantener la biodiversidad, ya que el área de distribución de las especies probablemente desbordará los límites de esas zonas.
Por su parte, los paisajes ecoagrícolas, donde los agricultores crean mosaicos de hábitats cultivados y naturales, podrían facilitar la migración de especies. Las prácticas de la ecoagricultura, al mismo tiempo que son beneficiosas para la biodiversidad, aumentan la capacidad de resistencia de la agricultura frente al cambio climático, así como la productividad y los ingresos agrícolas.
9. Vulnerabilidad a desastres naturales:
Es probable que el cambio climático tenga repercusiones en la infraestructura que no son fácilmente previsibles, y que varían considerablemente según el emplazamiento geográfico. Por ejemplo, la infraestructura de las zonas bajas se ve amenazada por las inundaciones de los ríos y la elevación del nivel del mar. Las olas de calor reblandecen el asfalto y pueden obligar a cerrar algunas carreteras, merman la capacidad de las líneas de transmisión eléctrica y calientan el agua necesaria para enfriar las centrales eléctricas, además de incrementar la demanda de electricidad.
Es probable que las incertidumbres influyan no sólo en las decisiones sobre la inversión sino también en el diseño de infraestructura capaz de resistir al cambio climático. Una incertidumbre semejante acerca de la fiabilidad del suministro de agua está dando lugar a estrategias integradas de gestión y tecnologías mejoradas en relación con los recursos hídricos como sistema de protección frente al cambio climático.
Se necesitará una gran diversidad de activos naturales para hacer frente al cambio climático y garantizar la productividad de la agricultura, la silvicultura y la pesca.
10. Eliminación de desechos:
Los responsables de la toma de decisiones deben ahora tener en cuenta un cambio climático que complica las incertidumbres que ya se les planteaban. Ahora hay que tomar más decisiones en un contexto de tendencias cambiantes y de mayor variabilidad.
El cambio de las prácticas y tecnologías puede representar un desafío, sobre todo en zonas pobres, rurales y aisladas, donde la introducción de nuevos procedimientos obliga a colaborar con un gran número de interlocutores muy reacios a aceptar riesgos, que habitan en lugares remotos y que se encuentran con obstáculos e incentivos diferentes.
Para aprovechar las nuevas tecnologías habrá que elevar también el nivel de instrucción de las comunidades rurales. El diseño y la aplicación basados en la participación son fundamentales, ya que permiten utilizar los conocimientos locales sobre las vulnerabilidades existentes y fomentan la identificación de los beneficiarios con los planes de mitigación de riesgos y el tratamiento de problemas.
Conclusiones
Las estrategias sólidas normalmente incorporan la flexibilidad, la diversificación y eficacia en las capacidades de respuesta. Promueven medidas “sin efectos negativos”, que ofrecen beneficios (como la eficiencia en el uso del agua y de la energía) incluso en ausencia del cambio climático. Promueven también opciones reversibles y flexibles para reducir al mínimo el costo de las decisiones erróneas (la planificación urbana restrictiva de las zonas costeras puede flexibilizarse fácilmente, mientras que el aumento de la protección pueden resultar difícil y costoso).
Ahora bien, estas estrategias necesitan del trabajo en conjunto entre sector público y sector privado de los países, llegando en casos a necesitarse la asistencia técnica y financiera de los países con mayores niveles de desarrollo. Lo que se pretende es lograr un compromiso a escala global, en donde las personas se apropien de los resultados, teniendo en mente un desarrollo sostenible que combine la reducción de la pobreza con la conservación del patrimonio natural.
Por último, para garantizar un desarrollo sostenible para todos, el mundo tendrá que contar con un sistema de comercio mejorado, menos expuesto a los grandes altibajos de los precios. La promoción del acceso a los mercados para los países en desarrollo mediante la reducción de los obstáculos comerciales, la protección del transporte frente a las inclemencias atmosféricas, la mejora de los métodos de adquisición y el suministro de información de más calidad sobre el clima y los índices de mercado pueden hacer que el comercio de alimentos sea más eficiente y así consolidar mayores niveles de desarrollo en el mediano plazo.
Agencias/SimaCaribe 27 jul 2011