Envueltos por el viento polar que sopla sobre la Base Jubany, Maximiliano García, de 31 años, y Sebastián Galimberti, de 26, se sientan frente a sus computadoras y usan el programa Skype para protagonizar videoconferencias a través de las cuales los visitantes de Tecnópolis se dan el gusto de preguntar todo lo que quieren saber sobre ellos.
Acaso contagiados por el entuasiasmo del público de Villa Martelli, también nos surgieron ganas de hacer preguntas pero sobre todo de conocer un poco más acerca de los muchachos “del hielo” que tanta curiosidad despiertan en una de las atracciones más visitadas de la megamuestra.
“Cuando estudiaba geografía en la primaria, me contaron que la mancha blanca de abajo del mapa se llamaba Antártida. La mancha no suele aparecer completa, pero yo tenía un globo terráqueo inflable con el que jugaba a la pelota y sabía que en la parte inferior del planeta había una cosa redonda, blanca, con un pico. Desde que me dijeron que nadie vivía ahí y que el blanco era por la nieve y el hielo, entendí que la aventura de mi vida sería poder pisar el suelo antártico, ese lugar remoto y virtualmente inexplorado del que me hablaban mis maestras y yo me enamoré”, recuerda Sebastián, uno de los 25 miembros que fueron seleccionados este año para pasar 14 meses de expedición en la Antártida Argentina.
“Tengo la suerte de atravesar un momento signado por mis dos fascinaciones: el continente antártico y la informática”, reflexiona Sebastián sentado delante de su notebook, allá, donde todo es más lejos que el fin del mundo.
Dentro de las principales tareas que se llevan a cabo en la base, Galimberti, que estudió Ciencias de la Computación en la Universidad de Buenos Aires, destaca un sistema de medición del dióxido de carbono en la atmósfera, un sismógrafo y un monitoreo geodésico por GPS utilizado para medir distancias relativas: “Durante todo el año tenemos que desarrollar diversos proyectos de investigación, pero además me encargo de que la red, las computadoras, los servidores y el software de la dotación funcionen correctamente”.
Maximiliano García es el otro protagonista de Hielos Argentinos que, cuando las condiciones climáticas lo permiten, conversa con los visitantes de Tecnópolis. Más tímido que su compañero de aventura, cuenta que terminó el secundario como Técnico Químico y, mientras estudiaba Ciencias Biológias en la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca, descubrió nuevas inquietudes. Después de realizar numerosos estudios sobre biología marina, también se propuso viajar a la Base Jubany para investigar: “Como biólogo invernante mi trabajo consiste en la realización de tareas técnicas referidas al estudio del cambio climático global sobre el ecosistema costero antártico”, explica.
Para el especialista en biología marina, las teleconferencias mantenidas con el público de Villa Martelli son una herramienta que contribuye a enriquecer su propio trabajo: “La experiencia de poder comunicarnos con la gente nos ayuda a tomar conciencia de la importante tarea que realizamos al representar a la ciencia argentina en este continente”.
Durante la inauguración oficial de la exposición, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quiso detenerse unos minutos para conversar con ambos. “Me pareció muy interesante, nos expresó el agrado de poder comunicarse con nosotros y la alegría que sentía porque se estén realizando tareas científicas en las bases antárticas argentinas”, comenta Maximiliano mientras Sebastián remarca: “Fue uno de los momentos en que pude bajar a tierra, la presidenta Cristina nos manifestó su apoyo y el orgullo de saber que hay argentinos y argentinas continuando una labor que ya lleva más de 100 años”.
Aunque la tecnología y las comodidades de las bases prosperaron en los últimos años, Sebastián subraya que intentan hacer un uso responsable de la tecnología: “Es un arma de doble filo, porque uno puede llegar a aislarse del grupo por estar pensando en los problemas de casa. El compañerismo y la convivencia son muy importantes en un ambiente tan hostil como en el que vivimos los invernantes”, advierte.
La Argentina lleva 107 años de presencia ininterrumpida en la Antártida y actualmente, por las bajísimas temperaturas, solo tres científicos y 22 militares conviven en la Base. Ya en el verano, cuando llegan todos los investigadores, la población crece a 70 personas.
Ping pong, metegol, gimnasio, juegos de mesa, cartas, un plasma gigante “en un living con sillones comodísimos” y una amplia colección de películas argentinas donadas por el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales) son algunas de las herramientas que los habitantes de este pedacito de Argentina utilizan para luchar contra las temperaturas bajo cero: “Comer es uno de los pocos grandes placeres que disfrutamos acá. ¡Tenemos dos cocineros del Ejército que son un lujo! No sólo hacen comida espectacular, además son unos pasteleros peligrosos… Acá si que hacemos uso y abuso del dicho ‘panza llena, corazón contento’”, concluye Galimberti.
Hablar con personas que viven aisladas en otro continente y mojarse observando el desprendimiento de un glaciar es posible en Hielos Argentinos, el pabellón que laDirección Nacional del Antártico diseñó para la megamuestra de ciencia, tecnología y arte.
Todos los días desde las 14.30 hasta las 15, se pueden observar imágenes de las bases antárticas en tiempo real. Una hora más tarde, el público del stand también conversa por videoconferencia con el cocinero, el médico, los técnicos y los buzos que colaboran en los experimentos subacuáticos. Por último, el horario clave para los más curiosos llega a las 18, cuando se puede dialogar directamente con los científicos que viven allá.
Agencias/SimaCaribe 27 jul 2011