La playa es el destino turístico por antonomasia en las vacaciones estivales, sobre todo, para quienes viven el resto del año apartados de ella. Las hay famosas lejos y cerca del litoral español, pero solo unas cuantas tienen el privilegio de ser, además de lugares paradisíacos, parte del imaginario colectivo. Y no porque el ansia viajera las haya popularizado, sino gracias al capricho de algún director. El cine ha inmortalizado calas en las que hemos sido mirones de espectaculares cuerpos sobre los que se deslizaba el agua a cámara lenta, cómplices de besos furtivos o testigos de batallas aceleradas por el zumbido de los helicópteros...
Algunas se ha convertido en lugar de peregrinaje para fans – con visita guiada en tours especializados- y otras conservan aún su título de "paraje exclusivo y prohibitivo" con el que solo se puede soñar.
La costa californiana fue también escenario de un rodaje más reciente. Una playa en el parque publico de la península de Palos Verdes cerca de Los Angeles es donde naufraga Leonardo Di Caprio (Dom Cobb) al inicio de la película Origen (2010).
Spielberg sí se conformó con la costa este de EE.UU. para rodar Tiburón, la película que en 1975 deshonró para siempre a este pez carnívoro. Las playas escogidas fueron las de Martha's Vineyard, en Massachusetts, una isla localizada en la costa sur de Cape Cod. No nos diría nada su nombre si no fuera porque ex presidentes como Bill Clinton, presentadores como David Letterman o Walter Cronkite y famosos como Meg Ryan , Jake Gyllenhaal o Beyoncé Knowles hayan hecho de este pequeño paraíso su lugar de recreo.
Otras de las costas que más famosos acogen por centímetro cuadrado en verano son las Baleares. Algunas son un continuo escaparate de moda estival, otras, calas nudistas muy conocidas. Una de ellas es la playa de Ses Illetes, en la isla de Formentera, que fue testigo del desnudo de la entonces no tan conocida actriz Paz Vega para Lucía y el sexo. Julio Medem escogió como escenario de su película sobre las diversas formas del sexo y el amor esta playa formada por una flecha de arena, que acoge las olas según la dirección del viento. Los padres de la actriz aún no se han atrevido a ver la cinta.
Y es que desde que Burt Lancaster y Deborah Kerr desatasen su pasión en la orilla de Halona Cove, en Hawai, las playas son lugares idóneos para desatar la pasión y el romanticismo. El famoso beso de la pareja en la película De aquí a la eternidad es hoy un icono cinematográfico que ha convertido a esta playa de roca volcánica y difícil acceso en todo un símbolo.
Y si hay unas costas famosas reservadas para los más románticos esas son las de Isla Tortuga. Este paraíso tropical fue en el que unos púberes Brooke Shields y Christopher Atkins perdieron la virginidad al compás de la inolvidable banda sonora de El lago azul(1980). La isla forma parte de las Yasawa, en el idílico entorno de Fiji. La playa del filme es hoy un pequeño complejo privado para alojarse en bungalós con todo tipo de lujo y comodidades solo accesible en embarcación y previo pago.
También fue al sur del Océano Pacífico donde años más tarde –en 2000- Tom Hanks entabló amistad con su célebre amigo Willson en la película Náufrago rodada en la Isla Monuriki. Fiji también fue escenario –entre otras localizaciones- del rodaje de Karate Kid(1984).
Las playas mexicanas han sido igualmente escenarios recurrentes para el rodaje de algunas películas de temática muy diversa. Y tu mamá también (2001) se rodó en la playa Cacaluta en la Bahía méxicana del mismo nombre. La noche de la iguana (1964) también se rodó en México pero en la playa Mismaloya de Puerto Vallarta, quién diría que fue el mismo escenario de Predator (1987).
En la isla Barbados, Gore Verbinski encontró el lugar idóneo para rodar la primera entrega de Piratas del Caribe y debió de encantarle el sitio porque esta la playa de Malibú fue la misma localización donde se llevaron a cabo las secuelas de la cinta, en 2006 y 2007.
El mar caribeño, el que baña las costas de Jamaica, es uno de los más solicitados para el rodaje de películas desde que fuera cómplice de uno de los baños más sensuales que la historia del cine recuerda: la salida de Ursula Andress del agua en la playa de Laughing Waters, para 007 contra el Dr. No (1962). Cuando los directores piensan en una localización es fácil que se acuerden de este sitio.
El paso de un set de rodaje por una playa natural requiere de varios permisos de las autoridades locales y, pese a esto, no siempre resulta inocuo. Este fue el caso del rodaje de La Playa en la inaccesible isla Ko Phi Phi Lee de Tailandia entre 1999 y 2000. Era hasta entonces un paraíso virgen al que solo se accedía alquilando una embarcación pero, como es conocido, la fama que dio la película –protagonizada por Leonardo Di Caprio- al paraje fue proporcional al destrozo medioambiental provocado por el equipo. El impacto fue tal que la productora fue condenada a ayudar en la recuperación de la fauna y flora autóctonas.
Otro ejemplo de estragos paisajísticos en el rodaje de un filme –en este caso por exigencias del guión- fue la obra maestraApocalypse Now (1979). La magia del cine hizo que la idílica playa de Baler (Filipinas) -cuna de surfistas aficionados y amantes del buceo- transmutara en una peligrosa costa vietnamita víctima de bombardeos al ritmo de la ópera Die Walküre de Wagner, la celebre Cabalgata de las Walkyrias. Muchas explosiones fueron controladas y localizadas pero otras dejaron daños en el paraje por suerte reparados.
Los destinos exóticos son los más recurrentes pero no solo de ellos vive el celuloide. La España peninsular, escenario idóneo de westerns en los años 60 y 70, tenía otro gran atractivo que el cine ha sabido aprovechar. Por ejemplo, -y aunque trataran de emular a una playa cubana- las arenas que aparecen en Muere otro día (2002) corresponden a la playa gaditana de La Caleta, de cuyas aguas resurge la exuberante Halle Berry en un homenaje a la citada Andress. Estas misma arenas de la Costa de la Luz acogieron años mas tarde el rodaje de Alatriste en la que Viggo Mortensen, convertido en el capitán, vivía una de sus aventuras a las órdenes de Agustín Díaz Yanes. Indiana Jones también escogió Almería para vivir su última cruzada (1989) y lo hizo en la Playa de Mónsul del Cabo de Gata.
Un poco más al norte, en la Comunitat Valenciana, El Cid (1961) de Anthony Mann interpretado magistralmente por Charlton Heston cabalgó junto a su ejército por la playa de Peñíscola, en Castellón. Sofia Loren y Raf Vallone acompañaban a Heston en esta gran producción milimetrada al detalle en la que, sin embrago, las prisas por el calor impidieron corregir una toma en que las huellas de neumático del camión de la cámara son levemente visibles en la arena.
Y es que otro tópico reza que las playas son sinónimo de sol achicharrante y cocoteros. Algunas se alejan de esta definición y ofrecen panorámicas relajadas y frías capaces de crear ambientes melancólicos y románticos en los que las nubes hacen de marco de fondo. El cine también ha sabido aprovechar el atractivo de estos paisajes. Juan Antonio Bayona no tuvo que salir de España para encontrar una localización idónea para rodar El orfanato. En 2007 la Playa de Andrin en Llanes, en Asturias, se transformó en el escenario de esta cinta para la que también se pidió permiso de rodaje al Palacio de Partarríu.
Es la misma atmósfera de la playa de Curracloe Beach, en Irlanda, en la película Salvar al soldado Ryan (1998). Pero no es la única, para La hija de Ryan (1970) también se escogió una playa irlandesa, en este caso fue Inch Strand, situada en el Condado de Kerry. La kilométrica playa de Saint Andrews Strand, en Escocia, sirvió de preparación para los dos atletas aspirantes a competir en los juegos Olímpicos de 1924 en la ganadora de cuatro Oscar Carros de fuego (1981).
Por su lado, la película El Piano (1993) también debe parte de su espléndida fotografía a la gélida playa de KareKare, en Nueva Zelanda al igual que su absorbente historia es deudora de su magistral banda sonora.
Otra playa gélida como las anteriores y no demasiado conocida es la costa sueca que enmarca la partida de ajedrez entre el Caballero Cruzado -quien está en la búsqueda de Dios- y la muerte, en El séptimo sello (1957). Esta agreste y rocosa costa compartió los secretos de rodaje de la vibrante alegoría de Ingmar Bergman sobre la búsqueda de Dios y es hoy en día un respetado santuario natural inhabitado y remoto. Veleidades del cine, la variedad demuestra que casi cualquier playa puede aspirar a ser una costa "cinematográfica".
Agencias/SimaCaribe 27 jul 2011